Afortunadamente para todos, somos un país muy rico, tanto por su excelente clima, su impresionante patrimonio monumental y cultural, su historia, sus playas y montañas, su gastronomía, sus hospitalarias y alegres gentes, lo que, unido a la desestabilización política de varios países árabes, está atrayendo a una cuantiosa cantidad de turistas, tanto a la costa como al interior, que están aliviando algo y de forma estacionaria el vergonzante número de parados que padecemos y la economía ruinosa general. Que el sol de España no nos ciegue, no podemos apostar todo al turismo; las posibilidades de ingresos se deben diversificar y por eso es más necesaria que nunca una mayor inversión en I+D+i para que nuestro país no se convierta en una masa laboral precaria de jóvenes, y menos jóvenes, sobradamente preparados trabajando de camareros y limpiadores. Aunque quizá, visto lo visto, sea justo eso lo que se pretenda; dos clases: amos y criados.