Perdone que le moleste, pero me he enterado de que el bueno de Clint Eastwood, en la presentación de su última película, ha dicho que le encantaría volver a España. Apunta, además, que le gustaría darse un garbeo en coche y recorrer el país.

El caso es que a mí esto me da mala espina. Si el notas de Clint quiere volver a nuestra tierra con la que está cayendo es porque algo está cambiando: o el país va a mejor (cosa que dudo y mucho) o, quizás, se va a ir al carajo tan pronto que el de Sin Perdón no quiere pasarse del banco a la caja como el ínclito de Santander sin saber cómo era España cuando aún vivían en ella catalanes, vascos y gallegos con su Diada, su Aberri Eguna, su Día da Patria Galega y su madre del topo.

Volviendo al oscarizado director, ya puestos, digo yo que como no se podrá traer su Gran Torino, que es muy grande para meterlo en el jet privado, hemos de buscarle un medio de automoción acorde con nuestra idiosincrasia. Y qué mejor opción para visitar nuestra España lo más autóctonamente posible que un burrico y un cochino. El pequeño équido le haría las veces de montura y el cerdito le guiaría y le proporcionaría alimento; Buscaría las trufas y demás delicatesen que se encuentran por nuestros sotobosques y páramos.

A la hora de elegir, el burro vale cualquiera siempre que sea nacional, pero el cochino ha de ser del nuestro: el chato murciano. Y si le damos el cerdico ¿porqué no podría empezar el garbeo español por nuestra querida Murcia? Ahora que hace un tiempo estupendo. Con esta temperatura tan buena, la Feria de Septiembre, los Carthagineses y Romanos, las fiestas de San Cosme y San Damián de Abarán, la Virgen del Castillo de Yecla o la de las Maravillas de Cehegín...; vamos, que aburrirse, lo que es aburrirse, no le iba a pasar. Además ahora que están los críos metidos en el colegio sin dar porsaco, es la época ideal para darse paseos.

Ya me estoy imaginado al séquito de bienvenida. Al alcalde de Murcia y al señor presidente de esta nuestra querida Comunidad, el señor Garre, esperando a pie de pista al avión del yayo-actor en el aeropuerto fantasma de Corvera. Ya los estoy viendo con un burrico plateado tipo Platero y un chato murciano.

Además, podemos llevarle un colegio entero a recibirlo y que los zagales le hablen en inglés, que aquí ya la mitad de los centros de enseñanza son bilingües y la otra mitad, lo que no saben, se lo inventan. ¿Se imaginan a las criaturicas con pancartas alusivas al yanki? ¡Achooo, jauaryuu! Güi mis yu sir Clin Isgüd! Du yu lai Mursia?

Daría un ojo de la cara por ver la cara del sr. Eastwood mirando desde lo alto de la pasarela de desembarque a los nuevos bilingües, chiquillos que el día de mañana, cuando estén un poco más hechos, nos representarán en Europa o lo que quede de ella.

Sería un Bienvenido Mr. Marshall a lo panocho. Luego, tras la llegada, habría una gran pitanza de zarangollo, manos de cerdo y cordiales de Torre Pacheco, que para eso el presi es de allí. Tras la clamorosa bienvenida, podríamos llevarlo a que viera el Parque Natural de Calblanque, que pilla cerca, eso sí, que pague como todo el mundo los cuatro euros que cuesta entrar (o cinco dólares si no lleva cambio), que aquí no somos tontos del todo. Y si le hace ascos lo llevamos al Portús para que vea de primera mano que aquí tambien hay mangueras de las largas para apagar los numerosos incendios intrauterinos.

Luego, lo pasearíamos en barco por el Mar Menor y que se bañe con las medusas. Si pone peros o dice que le da repelús le decimos que él se lo pierde, que una empresa japonesa de perjúmenes está a puntico de venir para ver si les valen para cremas, que se las van a llevar todas. Luego, si no se marea, lo podemos llevar a la isla Grosa, y le contamos que ahí había meros y corvinas hasta que los esquilmaron los buzos de la Armada en sus horas libres.

Para el almuerzo yo lo obsequiaría con un kebab, que como siga así la cosa va a ser la comida regional por antonomasia, ya que cada vez hay más amigos magrebíes viviendo con nosotros (hermanos, como decía el otrora rey Juan Carlos). Aquí ya se ha acabado lo de comer jalufo. Y si pregunta el porqué le ponemos cara de póker. Si vemos que se pone pesao lo llevamos a Los Churrascos y que se jarte.

Por la tarde podríamos hacer que visitase la fábrica de jamones de El Pozo, para que vea nuestra versión del Gran Tocino, y compruebe lo rico que está el jamón serrano, que no todo el mundo puede hincarle el diente a un jabugo; ni siquiera a un recebo.

Si vemos que es un estudioso de la historia, podemos mostrarle el Teatro Romano y si le gustan los fenómenos extraños, le enseñamos el hospital del Rosell, para que vea como desaparecen las camas, los médicos y las enfermeras. Quién sabe, quizás le entran ganas de rodar en esta nuestra ciudad la segunda parte de Million Dolar Mayor ( o era Baby).