Muchos movimientos de masas se vinculan a la emoción, al instinto y a la estética, no siempre avenidos con la ética o la supervivencia; pienso en linchamientos y en los lemmings, que se suicidan por miles arrojándose al mar. Pero me impresionó una de las primeras olas humanas que viví en el año 83, en el estadio de los Tiburones, de Veracruz, en un partido de fútbol entre México y Chile, antes de que las pusiera de moda el Mundial del 86. Un grupo de amigos, a mi lado, se levantaba, brazos en alto y volvía a sentarse, animándome a imitarlos; a la tercera los seguí, contagiamos el gesto a los vecinos de grada y así, una y otra vez, hasta que hizo la ola nuestro sector y, al fin, dio la vuelta al estadio. Gestos simples, frases simples, como el Better together, del Reino Unido. Mejor juntos. Ante la ola de los separatistas, ¿qué tal iniciar en nuestra grada Norte una contraola copulativa, una reconquista a besos?