Perdone que le moleste pero estas vacaciones no me he podido tirar a la Bartola, que estaba muy reacia, así que, a mis años, me he vuelto deportista. Pero no uno cualquiera, sino un atleta con mayúsculas. Es más, me he equipado hasta los dientes con las últimas tecnologías en ropa técnica del Decartón. Parezco una aleación entre Falete y Usaín Bolt.

Estas novedosas e inusuales confecciones textiles, para que se peguen bien al cuerpo, han de tocar epidermis y si es posible sin folículos pilosos. Aquí no vale el dicho portuario de «donde hay pelo hay alegría». No, ahora hay que depilarse hasta el tuétano. Las ingles brasileñas se toman hoy en día como un insulto. Actualmente, si viéramos una mata de pelo madriguero tipo Roswicha Bertasha Smid, más conocida cómo Nadiuska, haría que dejáramos la práctica deportiva de por vida. Rasurarse hasta extresarse desde el cuello hasta el dedo gordo del pie es la solución a esta ecuación.

Las prendas técnicas están revolucionando la anatomía de las carlancúas y de los semiyayos de tal forma que el resto de los mortales giramos la cabeza al paso de los citados atletas. Cuando, a la puesta de sol, contemplo con regocijo a Evas y Adanes corriendo por la arena, me parece estar viendo un episodio de Los vigilantes de la playa pero a lo murciano. Aqui se corre con gorras serigrafiadas con logotipos de jamón El Pozo, Longanizas Honorio, camisetas de Aluminios Ginés el de La Trini o Jumilla Tierra de Vinos.

Sin embargo, las cuerpo-elásticas que exhiben se pegan a la piel como un inspector de Hacienda a tu extracto bancario. Es un gozo para los sentidos. Con estas camisetas no se te ve el roalico en los sobacos, parece que no exudas, que no rezumas fuera de las glándulas sudoríparas.

Los pantalones cortos de los que tenemos tres piernas son otra cosa: van tan pegados marcando el paquete marcial, que he visto a muchas ladillas fenecer por falta de oxígeno. Les aseguro que es una muerte dolorosa e inhumana. Las múltiples defensoras de animales de nuestra región están luchando a brazo partido por abolir esta cruel y moderna práctica. Me han dicho que le han pedido a Lola Sánchez, la de Podemos, un poquico de su sueldo de eurodiputada.

Por otro lado, las señoras deportistas deberían de ser mas recatadas y no calzarse dos tallas menos de mallas. Muchas veces dan ganas de meter un euro en la hucha de la hojomeneada y contribuir de un modo u otro a la mejora de la especie. Menos mal que no tienen dientes.

Lo bueno de equiparse a la última para la práctica deportiva es que puedes ir, por ejemplo, en bici a una fiesta de disfraces y no te hará falta nada mas que bajarte de la misma y entrar por la puerta. Máxime si te gastas una barbaridad en maillots y encima te lo venden con publicidad. Cada vez veo más a verdaderos hombres anuncio rodando por las carreteras españoles. No me dirán que no se despistan al adelantar a un ciclista de esos súper equipados que parece salido de la teté de course del Tour de Francia, a puntico de subir el Tourmalet.

Ustedes no lo saben, pero conozco a mucha gente de mi edad, más feos que un orco, que se han vuelto triatletas. Nadan como peces, corren como gacelas y en la bicicleta dan más miedo que el doctor Mengele con un escalpelo. Se creen que las nuevas prendas textiles les quedan muy bien y les sirven para ligar a media mañana en la Plaza de las Flores. Nada más lejos de la realidad. A uno que conozco le han operado del estómago porque la barriga le llegaba a la barra de la bici y le hizo un moratón por dentro. Creo que se llama edema.

Las gafas de mil colores y con unos cristales de espejos son el complemento ideal. Te hacen más atractivo si cabe. Y si por un casual eres tuerto o bizco, entonces dá por bien empleado el dinero que has pagado por ellas.

Yo, qué quieren que les diga, esto del deporte a mi edad es más complicado que pronunciar el apellido Trierweiler, la amante despechada de Hollande, que ha publicado a traición y por sorpresa las memorias de las vivencias con su presidente. Esa sí que va a hacer correr, pero ríos de tinta.