En un curso de verano, en Santander, se intentó hace poco hallar la frontera entre cordura y enajenación, signifique lo que signifique una cosa y otra. El título del curso era 'Literatura y locura', en el supuesto, quizá, de que en la primera hay mucho de la segunda y viceversa. Bueno, pues resulta que la frontera no existe como tal. Tú empiezas a caminar por la cordura y en un momento equis te encuentras en la locura sin que nadie te haya avisado de que has cambiado de comarca.

No es como cuando sales, por ejemplo, de León, donde un cartel enorme te anuncia que has entrado en el Principado de Asturias. Hay una falta de señalización evidente, por lo que no sabríamos decir a cuántos quilómetros se encuentra el loco del cuerdo y viceversa. Significa que salud mental y el extravío forman un continuum, igual que las culturas griega y romana clásicas, que no son dos, sino una.

De regreso del curso, me hallaba paseando por unos parajes cercanos a Avilés, cuando un viajero de mediana edad, con una gran mochila a la espalda, me preguntó por la localización del Camino de Santiago. Tras indicársela, observé que el individuo tomaba la dirección contraria.

- No es por ahí -le advertí.

El viajero se detuvo y me explicó que había ido hasta Santiago de Compostela en autobús para hacer el famoso camino al revés. Dijo que estaba harto de las experiencias iniciáticas que nos propone la sociedad de consumo y que él, a la vista de que su vida anterior había sido un desastre, estaba, si se pudiera decir así, desiniciándose para empezar de nuevo. Pensé que quizá era informático, pero no. Se trataba de un jefe de recursos humanos que acababa de despedirse a sí mismo de una empresa en la que había sido contratado para llevar a cabo un ERE sangriento.

¡Qué loco!, me dije tras desearle un buen viaje, o un buen desviaje. ¡Pero qué cantidades de cordura se apreciaban en aquella locura! Pensé que aquel loco era mi loco. Y esta había sido otra de las conclusiones importantes del curso sobre 'Literatura y locura': que al no haber una raya que separe un territorio de otro, todos los locos son nuestros locos. Entonces, ¿por qué no integrarlos de una maldita vez?