Pujol culpó al franquismo del feo asunto de la Banca Catalana y achaca ahora el de sus incumplimientos fiscales a una campaña contra el soberanismo. Es el viejo recurso al enemigo exterior, la huida adelante que solo engaña a los incautos y a los que sacan provecho de dejarse engañar. En una de sus salidas de la casa vacacional, respondía Marta Ferrusola al cerco de los informadores susurrando a su marido que en pocos días olvidarían el tema. Quedó grabado y da prueba de un cinismo que, para desdicha de ambos y de sus hijos, caerá por sí solo. La querella de la familia contra los bancos andorranos por violación de secreto verifica que ese secreto amparaba una ilicitud fiscal y penal. El eslogan ´España roba a Cataluña´ no es, ni de lejos, tan demostrable como el robo que está saliendo a la luz. El laberinto se adensa día a día, cuando la investigación apenas inicia su andadura.

Las evasivas de Convergencia Democrática no han tenido otra salida que concretarse en respaldar la petición de comparecencia ante el Parlament y sugerir al padre del partido que devuelva su carnet sin esperar siquiera a la imputación judicial. Las evidencias parten de su tardía confesión personal, y aún está por ver la magnitud de las comisiones, evasiones y blanqueos vinculados al apellido. La caída de un dios siempre arrastra desgracias. La idolización política es un error porque dopa la conciencia y alienta la pretensión de impunidad. Sin duda son muchos los méritos de Pujol, pero estas claudicaciones los nadifican. El destrozo inferido a la moderación catalana es incalculable por arruinar su credibilidad y dejar el timón en manos maximalistas. Si predicaron una transición civilizada a la independencia, su única chance ya solo es revolucionaria.

Revolucionario es el llamamiento de Junqueras a desobedecer al Tribunal Constitucional si ilegaliza el referendum. Suena muy hipócrita «denunciar» las tendencias políticas de los jueces cuando el único descrédito apoyado en hechos es el que afecta a quien fuera núcleo y símbolo del catalanismo. Si se produce la comparecencia parlamentaria de Pujol, abrirá un debate en el que todos habrán de mojarse sin ambigüedades. Los de Esquerra no tienen defensa en el error personal de quien durante décadas se ha lucrado de manera ilícita e impune en el ejercicio de un poder ocasionalmente compartido y siempre tolerado por ellos. Y asumirán un grave riesgo si desafían la razón popular como si estuviera en la inopia a la hora de justipreciar pros y contras, no ya de la nonata ´ley catalana de consultas´, que será de ver tras esta conmoción, sino de la ciega rebeldía contra las ventajas de un buen acuerdo con Rajoy, plantado en la única postura asumible. Porque achacar al sistema español las trapisondas de los Pujol ni siquiera es cinismo: es una majadería insostenible.