Perdone que le moleste pero, con esta economía incierta, se nos están llenando los puertos de capitanes sin barco. Desde Águilas hasta San Pedro sólo se ven cabezas con sus gorras de patrón de yate, de esas de la sexta flota. Por primera vez hay más jefes que indios, más capitanes que barcos.

Las terrazas de los clubes náuticos están abarrotadas de gente bebiendo despacio, que es más barato y esperando ese platito de arroz del económico, que están a puntito de sacar, del que lleva magra y alguna que otra costilleja. Marisco, poco. Las únicas gambas son las que meten algunos a la hora de adelantarse y pedir la cuenta.

Mientras tanto, los barcos en sus pantalanes, solitos, aburridos, criando más caracolillo que moscas tienen las partes contratantes de una gitana. Como dice mi amigo Manolo. el joyero: ahora, a los clubes ya no se va a navegar, se va a utilizar la piscina o como mucho a cenar de menú, sin copa y a la calle.

Eso que se hacía antes de la crisis, de llegar con el todoterreno, abrir esa verja con la tarjeta magnética, por la gloria de mi madre, pedirle cinco bolsas de hielo al marinero, bajar del coche los melones frescos del bancal, arrancar los dos Mercruiser de 5.200 centímetros cúbicos cada uno, comprar dos paquetes de Marlboro, dos kilos de quisquillas cocidas al del restaurante, veinte tercios de cerveza de la verde, llenar el depósito de doscientos litros y salir quemando gasolina hacia la isla Grosa... eso, queridos amigos, está más pasado que la sardina de un chiringuito.

Cuando yo era un crío, recuerdo que mucha gente hacía esquí acuático por el Mar Menor. Pasada la raya azul, claro, para no molestar. Mis padres tenían una pequeña lancha con un motor que no llegaba a los cuarenta caballos. Se turnaban para hacer sky náutico durante horas y se lo pasaban bomba. Ahora, a 1,50 euros la gasolina no lo hace ni Ronaldo. Vamos, te ven aparecer por el náutico con unos esquíes y todo el mundo se querría hacer un selfie contigo.

Entre el precio de la gasolina, las bengalas que debes de llevar a bordo y que valen un huevo de dos yemas, las Inspecciones Técnicas de Buques (ITB,s) la patrullera de la Guardia Civil, la lancha de Aduanas, y el susuncordan, aquí no sale a navegar ni Fefé. Ahora lo que se lleva es sacarse el título y a esperar tiempos mejores.

Están apretando tanto las tuercas que, los ´adinerados´ propietarios de embarcaciones, que, en vez de comprarse un Mercedes y su Montecristo particular, como más de uno, optaron por comprarse un Renault Twingo y una pequeña lancha. Ahora, estas mismas lanchas, se pudren en los puertos porque no hay ni para gasoil ni para pagar tantos impuestos, revisiones y requerimientos.

Tengo un amigo que es preparador de futuros grumetes con título. El ibérico de mi allegado es ínclito en lo suyo, y me comenta la gran afluencia que soportan los exámenes a patrón de barco en nuestra Comunidad. Pruebas, que hay de varios tipos: de barcos a motor, a vela, a pedales, soplando, a remos, con los cuernos, etc. El caso es que te evalúan y te cobran por moverte en algo que flota. Se lo dice uno que tiene casi todos los títulos de navegación deportiva posibles.

Como he dicho antes, parece ser que los que tenemos barco, según algunos lolailos de las leyes, somos ricos. A un mermado intelectual de esos que ocupa el cargo de asesor sin seso de un ministro, se le ocurre que cualquiera que posea algo que flote es rico o criminal.

La ley de ´cosas que flotan´ dice claramente en el artículo 88, párrafo 69, sección 17 que, exceptuando colchonetas, manguitos, patitos de goma y las lorzas de los poco esbeltos, todo lo demás ha de pasar por caja para ser tasado y, además, necesita de un título náutico para su manejo.

Y para ello los clasifican en cinco tipos de navegantes. A saber:

1. El abuelo retirado de ´La Basán´ que tiene su barquito de pesca en la Algameca chica o en Puerto Piojo, de esos en que caben sólo él y el caniche. Perfecto, porque no le cabe la señora.

2. El lugareño que ha cobrado una herencia y se ha comprado un ´yate´ de cinco metros con motor popero y le pone una sombrilla de playa y de nombre Eolo o Mi Mari.

3. El que se ha traído un velero del extranjero y, cómo no, le llama a su barco Zenith o Nadir, que lo aprendió en sus clases de astronomía al sacarse el título de patrón de yate.

4. El que le salen los billetes por las orejas y se va al Salón Náutico de Barcelona con la mujer metida a presión en un vestido de Prada y entre los dos eligen «el más grande de tós».

5. Y, por último, los que tenemos una colchoneta a pilas y llegamos hasta donde no cubre.

¿Cual es su barco, querido lector?