En esta España cabemos todos», sentenció el Rey Felipe VI, protagonista de una semana crucial en la Historia de este país. Los ojos de millones de españoles se han posado sobre su figura para intentar dibujar un futuro de esperanza ante los difíciles momentos políticos y económicos que nos han tocado vivir. Tal vez se esté poniendo demasiada responsabilidad sobre los hombros del nuevo monarca, toda vez que su poder ejecutivo es nulo en nuestro sistema de Monarquía parlamentaria. No obstante, un país también necesita gestos para sobrevivir y el Rey don Juan Carlos y el Rey Felipe VI han medido milimétricamente cada una de sus actuaciones desde que el primero anunció hace pocas semanas que abdicaba. La ceremonia de proclamación ha sido la última parte de una transformación que la sociedad española ha asumido con madurez, naturalidad y normalidad, e incluso con la oposición de los que defienden la República («en esta España cabemos todos»). En este sentido, creo que se han sentado las bases para que se produzca en el futuro la metamorfosis de juancarlistas a felipistas, porque en España, ya lo sabemos todos, no hay monárquicos.

El discurso del nuevo Rey estuvo plagado de frases con una carga emocional notable (el recuerdo al reinado de su padre, pero sobre todo el sentido homenaje a su madre, la Reina Sofía), con un solemne peso político («prometo una Monarquía renovada para un tiempo nuevo. La Corona debe observar una conducta íntegra, honesta y transparente») y de acercamiento con los ciudadanos, que son los que más se han alejado de las instituciones en los últimos años («mi solidaridad con aquellos a los que la crisis ha golpeado hasta verse heridos en su dignidad»). Decía al principio que un país necesita gestos ejemplares para seguir adelante por la senda de la cordura. Felipe VI marcó su camino con mensajes diáfanos, tanto en sus palabras como en los hechos que protagonizó el mismo día de la proclamación (una ceremonia en la que no estuvo su hermana Cristina -creo que no tengo que apuntar las razones de tal ausencia-, y que fue austera, sobria y sencilla, la más indicada para el momento económico). Ahora le corresponde a los políticos dar el siguiente paso, si de verdad se quiere empezar una etapa nueva que deje atrás los tiempos de los excesos. Pero siempre lo he dicho: nada de esto se conseguirá si cada uno de nosotros, desde su respectiva responsabilidad, sea ésta mayor o menor, se comporta como decimos que lo hacen los políticos mediocres, egoístas y corruptos.

Esta semana ha habido otro cambio que también ha tenido gran repercusión en nuestra sociedad: la mejor selección española de fútbol de todos los tiempos ha caído en menos de cinco días en el Mundial de Brasil, sumiendo al país en un estado de incredulidad e incomodidad a partes iguales. Nos queda el recuerdo de seis años de fútbol que difícilmente volveremos a ver en mucho tiempo. Mi homenaje y aplauso a estos jugadores y a Del Bosque. Y lo que toca ahora en el Campeonato es ir con otra selección, y si la eliminan, con otra. Y así hasta la final.