Hace unos días vi un reportaje sobre la recolección de fruta en nuestra tierra. Explicaban que este año se había adelantado tres semanas debido a las altas temperaturas. Brotaron prematuramente las flores en los árboles y así ha ocurrido con el fruto que además ha ganado en consistencia, tersura, limpieza y dulzura, debido a la sequía. Daba gusto ver el intenso colorido de los frutos en sazón, en su punto, realmente apetitosos. Cuando me disponía a escribir el artículo de hoy, las ideas también fueron madurando en mi mente reflexionando sobre, si se puede decir así, nuestra propia maduración. Buen juicio, prudencia y sensatez. Madurez de la persona que ha alcanzado su plenitud vital.

Es un grado de crecimiento y perfección no siempre acorde con los años que se cumplen aunque tienen mucho que ver en la experiencia y veteranía para aprehender la vida. Sus distintas etapas marcan el desarrollo que deberíamos alcanzar según la edad cronológica pero agentes externos e internos rompen la Campana de Gauss con referencia a la maduración de cada persona porque la respuesta es, precisamente, personal.

Cada uno reacciona a su manera, de ahí la importancia de ir conformando nuestro modo ser y obrar a una escala de valores y grandes ideales que nos ayudaran a crecer en sabiduría para madurar y saber afrontar lo que la vida nos vaya deparando. Ni siempre ni nunca solemos estar acertados. Ahí vamos con las trancas y barrancas de la condición humana. Lo mismo nos comemos el mundo que nos dejamos devorar por el asunto más superficial, pero con altos y bajos, si somos constantes en volver a intentarlo, una y otra vez, maduraremos como ese fruto en sazón que tanto nos atrae.

A lo largo de nuestra existencia vamos conociendo a personas de todo tipo y condición poseedoras de una madurez envidiable de la que no se jactan, por el contrario, siempre están abiertas a escuchar y a aprender de los demás, poniendo cuanto está de su parte para servir y ayudar. Están sembradas y siembran.

En general, la cosecha será tardía o temprana, abundante o escasa según no solo en quién caiga la semilla sino en las condiciones que se haga fructificar. Podremos recibir más o menos, mejor o peor, pero al final la responsabilidad es individual en el uso de nuestra libertad para querer hacer, precisamente, lo que tenemos que hacer para desarrollar nuestra personalidad hasta lograr el preciado fruto de esa madurez que es plenitud de vida.