David Costa Cánovas es murciano. Empezó a estudiar chino con 12 años. A primeros de los noventa, era el prototipo de chico precoz que tocaba la guitarra, el clarinete y mostraba un oído asombroso con los idiomas. Los primeros inmigrantes asiáticos empezaron a poblar las tierras de la Región y, en Santo Ángel, David jugaba como un colegial con sus vecinos venidos del lejano Oriente. Le gustaba ese acento remoto, de otro planeta, y mostraba curiosidad por aquella gastronomía tan diferente a la nuestra. Se exilió de España con poco más de 20 años, y recaló en Inglaterra, donde consiguió ser funcionario del Estado, trabajando como traductor en aduanas. Le interesaban también el francés y el italiano. Se casó en tierras británicas, de conveniencia, y se divorció tiempo después. Volvió a viajar a China, donde se ha convertido en uno de los activos comerciales de la Región, gracias a su perfecto dominio del idioma, que continúa estudiando. Vende vinos murcianos por hectolitros, y a los chinos les gustan nuestros caldos. Ramón Sabater, de Sabater Spices, -quien está formándose como hombre y como un directivo con talento allí-, es también amigo de David. Además, es de Maristas. Ramón, no David. No se me pierdan. Una vez le pregunte a David: "David, ¿cuál es tu nivel de mandarín en un porcentaje de 0 a 100?". Él me contestó: "un 90%", con toda la franqueza del mundo. ¿A dónde quiero ir a parar con todo esto? Pues que ayer me llevé un alegría enorme cuando David me dijo que está en Murcia y que si nos tomamos una caña y una marinera. Se ha casado con Yang Yang, que está embarazada de 5 semanas. Sus padres están 'privaícos'. Mi única preocupación era qué había descubierto Yang Yang en nuestra patria gastronómica. Os cuento. Sobrasada con queso, patatas con ajo, pisto murciano, salchicha y morcilla. Sí, Yang Yang probó por primera vez en su vida la morcilla, de chato murciano. Y ese retoño que van a tener mis amigos será más listo, lo intuyo, lo sé. Habrá evolucionado. Le interesarán más las imágenes que los textos, por ejemplo. Pero, jamás, olvidará a lo que olía Murcia cuando estaba en la tripa de su madre. Olía a felicidad desbordante. Enhorabuena, papis.