Si desde cualquier proyecto político es duro afrontar una campaña electoral y trasladar sus propuestas a la ciudadanía, más difícil todavía debe ser hacerlo fingiendo diferencias inexistentes con quienes se está de acuerdo en lo esencial.

Este es el reto al que se enfrentan Elena Valenciano, del PSOE, y Miguel Arias Cañete, del PP, de cara a las elecciones europeas de mayo: que no se note que ellos son los arquitectos de esta Europa, para bien y para mal.

En las últimas décadas, la UE ha sido gestionada al alimón por las dos fuerzas del bipartidismo europeo, hasta ahora imperante: la derecha del PP y la socialdemocracia descafeinada. Las dos han ocupado la mayoría de escaños en el Parlamento, también los puestos de gobierno en la Comisión Europea, órgano que se ´reparten´. En ese pseudogobierno de Europa que es la Comisión estuvo Solbes y ahora está Almunia como vicepresidente. Antes estuvieron como comisarios Loyola de Palacio, Marcelino Oreja...

PP y PSOE respaldaron en su día una Europa al servicio de los especuladores, donde los Estados se desprendían de soberanía económica en favor de ´los mercados´; mercados que no son pequeñas empresas, sino organizaciones que gestionan los intereses del poder económico, sin apenas supervisión pública.

PP y PSOE parieron el tratado de Maastricht (1992) y las políticas que, en su desarrollo, nos han llovido desde entonces. Respaldaron una fallida Constitución Europea, que intentó blindar en Europa el neoliberalismo más extremo al servicio de un poder no elegido, la Troika (alianza entre el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión).

En Europa, el Banco Central presta dinero a los bancos privados, no a los Estados, a un interés bajo; y estos bancos prestan ese dinero a los Estados a un interés alto, en negocio tan redondo como indecente. Para colmo, los ciudadanos pagamos el coste del rescate con dinero público de esos bancos. Y, para que el fraude fuera completo, en el verano del 2011, PSOE y PP modificaron el artículo 135 de la Constitución española para garantizar el pago de la deuda sobre todas las cosas en grave acto de sumisión a la sacrosanta troika.

Dos malos pintores han pintado un cuadro, el de los recortes para los de abajo y el dispendio y engorde para los especuladores. Ahora nos quieren convencer de que ellos no han sido, que ha sido el otro, mientras llevan las manos manchadas con la pintura de las medidas que favorecen a los de siempre e hipotecan el futuro de una ciudadanía cuyo estado del bienestar es desguazado.

Por eso, ahora, Elena Valenciano viste de rojo y saca del baúl un discurso contra la derecha con la que los suyos llevan años durmiendo. Ella hablará del aborto, los del PP hablarán de ZP. Ni un tema ni el otro tienen nada que ver con Europa, da igual, lo importante es que no se note que estamos juntos.

Menos mal que la ciudadanía que ha bebido el ricino de pagar con su sufrimiento los errores de estos gobernantes tiene memoria. Necesitamos proyectos políticos que pongan en el centro de las decisiones a las personas y no a brokers enmascarados. Pero ¡cuidado! Podrían tratar de evitar el cambio con una gran coalición, PP-PSOE, similar a las que ya existen en Alemania o Italia.

Al fin y al cabo, ambas fuerzas asumieron hace tiempo aquel principio del Gatopardismo, «que todo cambie para que todo siga igual».