Un murciano que hubiera estado ausente de las noticias de nuestro roal durante las últimas semanas encontraría muchas novedades al leer los periódicos. La más importante, institucionalmente, es que ya hay suplente para Valcárcel. El suplente es un señor que estaba en las categorías inferiores del equipo que dirige el Palacio de San Esteban, aunque tuviera un puesto de vicepresidente en la Asamblea Regional. Pero quien vale, vale, y el novel se merece su oportunidad si muestra condiciones. En una ocasión como la sobrevenida se requiere creer en los valores noveles para continuar la marcha del equipo sin el líder natural.

En la novela El gatopardo, Lampedusa utiliza el término gatopardismo político para referirse a la maniobra estratégica de cambiar todo cuando se quiere que todo siga igual. En la novela, llevada al cine por Visconti, quien hizo una de las obras maestras del neorrealismo italiano, los decadentes aristócratas del Antiguo Régimen ven, primero con temor, los cambios políticos de Italia, hasta que se dan cuenta de que precisamente cambiar al nuevo marco burgués y liberal del país es bueno para ellos. La filosófica mirada de Visconti nos proporciona una enseñanza paradógica de aplicación general a la vida: cuando soñamos que las cosas permanezcan igual, acaban desapareciendo devoradas por su propia inercia; por el contrario, cuando se prestan a cambiar, se conservan.

No sé si en la mente de un viscontiano Ramón Luis Varcárcel correteó este pensamiento cuando tomó, de prisa, la decisión personal de nombrar a su suplente. Si fuera el caso, suponemos que pensó, además, en un plan de cambio, o en la escenificación del cambio, al menos, que debe desarrollar el designado por él para la presidencia de la Región. Si se trata de que todo siga igual, eso requiere un pequeño trabajo, no basta con una llamada de teléfono, un alzado de dedo, un sí del elegido, un presentar en el templo del partido al elegido. Además, hay que cambiar algo, que se vea, que se visualice el cambio para que todo siga en manos del presidente en excedencia.

Difícil se lo ha puesto en este asunto el mismo Várcarcel al elegir al señor Garre, un senior y varón. Hubiera sido mejor, para el escenario del cambio, una señora o un joven político del Partido Popular. Hay esperando entrar en la dirección política no ya una generación, sino varias generaciones de españoles y españolas bien formados y, además, sin mochila de compromisos históricos que necesiten de un historiador (un Pío Moa) que los revise democráticamente. ¿Saben estos viejos carcamales (dicho con cariño) que las nuevas generaciones se toman en serio lo de la regeneración democrática de España? Me dirán que Valcárcel sí lo sabe, y que por eso pensó en el consejero de Educación como heredero suyo. Eso, entonces, se llama saber a medias, dar una de cal y otra de arena: pensar hacer el cambio con una cara nueva y por otra mantener el dedo rígido. No, así no, difícilmente así podrá seguir todo igual.

Visconti fue un genio, sin duda: hizo de una buena novela una genial película y una lección de filosofía. Valcárcel debió haber pensado con tiempo, hace un año, en dimitir y convocar elecciones autonómicas, cuando aún tenía doce meses por delante para aupar a su candidato del ´cambio´. Pero qué le vamos a hacer, no hay genios todos los días. Así que veremos qué suerte corre en el futuro el PP en Murcia.