Las primarias en los partidos políticos „no el PP, que no las celebra„ pueden deparar muchas sorpresas. Cosas, a veces extrañas. Y extraña, y mucho, ha sido la anulación de la elección de Encarna Hernández para liderar UPyD en la Región de Murcia, porque el proceso pareció desarrollarse con normalidad. Un candidato, Rafael Sánchez, que defendía su continuidad, y una aspirante a sucederle, Encarna Hernández, que resultaba elegida nueva coordinadora territorial de UPyD por 23 votos de diferencia en un ambiente que parecía normal. Lo que está fuera de toda normalidad es que una denominada Comisión Electoral de UPyD acordara la anulación del resultado de las elecciones celebradas en Murcia el pasado 22 de febrero.

Que la tal Comisión Electoral que se autodenomina independiente „independiente de qué„ se haga eco de una protesta presentada por el anterior coordinador denunciando que no se habían dado las garantías de igualdad e imparcialidad necesarias para las dos candidaturas en el proceso electoral es de aurora boreal teniendo en cuenta que en todos los partidos el que maneja el cotarro electoral es el que se encuentra al frente del partido y ya se sabe que, en estos casos, el que está en inferioridad es el aspirante, pero al parecer, miren por donde, se sentía perseguido por comentarios aparecidos en las redes sociales.

Que los que han de velar por la pureza de las elecciones se dejen influir por los comentarios de las redes; que den más importancia a estas cosas que a los militantes de su partido que depositaron 102 votos a favor de Hernández frente a los 79 logrados por Sánchez es todo menos normal porque, si los dos candidatos hubiesen optado por primera vez al puesto nos podríamos creer que una campaña en las redes sociales podría tener influencia en una elección, pero teniendo en cuenta que el candidato que ha denunciado optaba a su reelección tiene más difícil encaje, porque se supone que los que tenían que votarle ya conocían sus cualidades (ha tenido cuatro años para mostrarlas), también sus defectos y esto es lo que, al parecer, ha pesado al final.

Cuando Rosa Díez aspiraba a liderar el PSOE participó en un acto electoral en Murcia. Quise escucharla, quise conocer su discurso, y casi me la creo. Hoy no, aunque continúo reconociendo en ella una gran habilidad parlamentaria y política. Pero después de este vodevil no se qué pensar de ella porque las acciones han de valer más que las palabras y los hechos del llamado Comité Electoral que se proclama independiente „en ese partido no se mueve una hoja sin que Rosa lo sepa„ no pueden exteriorizar una actitud tan interpretable.

Democráticamente no hay por donde cogerlo.

No conozco a ninguno de los dos contendientes. Es decir, conozco más al protegido por el partido que a la aspirante ganadora, sencillamente porque él ha tenido la oportunidad de aparecer más veces en los medios de comunicación, de mostrar sus habilidades durante cuatro años, pero como hay que acostumbrarse a valorar a la gente por sus acciones no tengo una opinión sobre sus capacidades. De la chica, toda mi admiración por su valentía reconociendo en su perfil de las redes sociales su condición de lesbiana en una sociedad cada vez más pacata y más hipócrita.

Y me niego, me niego a pensar que sea su condición sexual lo que ha provocado este maremoto. Me niego a creer que haya tenido algo que ver en todo este sainete pero teniendo en cuenta que este partido „y muchos otros„ alberga en sus filas machistas irredentos que van dejando sus efluvios en Twitter y demás medios y que el machismo-misógino se encuentra muy cerca de la homofobia no me extrañaría que, efectivamente, la valentía de Encarna le esté pasando factura. Quiero creer que no, pero esta cara de UPyD no me gusta.