Dentro de unos meses Europa cambiará su Parlamento, con la recesión y el descontento generalizado como protagonistas previos a los comicios.

Volvemos a las urnas, y esta vez no solo los españoles. Entre el 22 y el 25 de mayo del recién estrenado 2014 tendrán lugar las elecciones europeas. Estos comicios, que se celebran cada cinco años, serán un termómetro de cara a las elecciones municipales y estatales que, aunque no lo parezca, ya están a la vuelta de la esquina. Está claro que su repercusión no será la misma que la que suelen tener los comicios regionales o nacionales, pero en esta época de crisis su papel puede variar y cobrar una importancia capital para el devenir de todos los estados miembros.

No hace falta decir que el futuro de los europeos lo dicta la canciller Angela Merkel. Más aun con su alianza con los socialdemócratas, delegando parte de su poder para centrarse en la política continental, pero dominar el Parlamento Europeo es también un arma política capital. En las anteriores elecciones de 2009 el PPE obtuvo mayoría en Bruselas, y para las próximas no se van a querer quedar atrás, pero el futuro electoral de populares y socialistas europeos no está del todo claro. No solo porque en varios de los países donde gobiernan ambos -como el caso de España o Inglaterra para los populares y Francia o Italia para los socialistas- el descontento de la población va en aumento, que también. Hay un nuevo factor que puede ser determinante en primavera, y no es otro que el crecimiento en adeptos y poder político de partidos euroescépticos o radicales de pensamiento. Marine Le Pen o Geert Wilders son sus máximos exponentes.

Estos partidos llevan en el espectro político de sus respectivos países hace ya muchos años -el Frente Nacional lleva en Francia desde 1972 y el VVD en Holanda desde 1948-, pero nunca han tenido tanta importancia ni repercusión como en épocas de recesión como la que asola a Europa desde hace ya, lamentablemente, tanto tiempo. Gente como el italiano Beppe Grillo y su Movimiento 5 Estrellas, los griegos de Amanecer Dorado, o los ya mencionados Le Pen y Wilders responden a ese perfil de político de verbo fácil y agresividad en el discurso que se aprovechan de una situación adversa y se ganan a la gente descontenta y desencantada con la situación, capaces de hacer de su voto un castigo a los partidos gobernantes y fragmentar el Parlamento europeo haciendo muy difícil la toma de decisiones y la creación de leyes.

Centrándonos en nuestro país, los partidos ya empiezan a engrasar la máquina electoral, con nombres como el del presidente Ramón Luis Valcárcel sonando con fuerza para la lista del Partido Popular y con varios ex ministros y dirigentes socialistas intentando hacer méritos para sentarse en un escaño de Bruselas. En mi opinión, estamos ante unos comicios vitales para el futuro de los europeos y, por ende, de todos los españoles. Considero conveniente para España y, por tanto, un acierto elegir a personas como Antonio López-Isturiz, Jaime Mayor-Oreja, Juan Fernando López Aguilar o Pilar Del Castillo.

Lo que no creo que sea beneficioso para España es castigar a los partidos mayoritarios para encumbrar a un Grillo español o llenar el saco de votos de un partido como Amanecer Dorado que apareciera en España. Para encontrar una alternativa mejor, probablemente sí. Para llenar el Parlamento de anti-todo, está claro que no. Siempre he pensado que votar es un derecho que todos tenemos que ejercer con total responsabilidad. Si exigimos responsabilidad a los políticos que gobiernan, nosotros también deberíamos ser responsables a la hora de introducir la papeleta en la urna. Porque el futuro de todos está en juego, démosle a las elecciones europeas de primavera la importancia que se merecen.