Mientras la policía, en una intervención controvertida y de dudosa factura democrática, detenía a dos jóvenes que se manifestaban frente al palacio de congresos Víctor Villegas, en el interior de este edificio, cargos públicos y afiliados del PP, presididos por Rajoy y Valcárcel, oficiaban una ceremonia de autoengaño, en la que el partido que gobierna esta región desde hace casi 19 años, encerrado en su particular interpretación del estado de las cosas, ofrecía de éste una visión absolutamente alejada de lo que realmente vive la sociedad y del drama por el que pasan decenas de miles de familias. En un ejercicio de autobombo encaminado a ensalzar hasta el paroxismo la figura de Valcárcel, éste, en su delirante intervención, llegó a calificar su gestión y la de sus gobiernos a lo largo de dos décadas, como la de la marea azul, la del Partido Popular, constructiva y de progreso, en contraposición a esas otras mareas que periódicamente inundan la Gran Vía capitalina (verde, blanca, negra,...) y caracterizadas implícitamente como estériles y demagógicas. El problema de los visionarios, en la acepción negativa de este término, es que se ven obligados a no mirar de frente la realidad para perseverar en su fantasía, construída ésta sobre una maraña de, a veces, inconfesables intereses. Y es que lo que se vive en la calle no se compadece en absoluto con esa exhibición de euforia enfermiza desplegada en la capital murciana hace un par de semanas. Nuestra autonomía es la que concentra en su seno mayor desigualdad social, y por consiguiente la que más difícil tiene la salida de la crisis. Es líder en una serie de rubros negativos que la hacen acreedora de tal distinción. Para empezar, y según tanto el sindicato de técnicos de Hacienda Gestha como la Cumbre Social de la Región de Murcia, el número de murcianos y murcianas por debajo del umbral de la pobreza alcanza los 400.000 debido a que desde 2007, año de inicio de la crisis, 105.000 personas se han incorporado a esta situación. En relación con ello, Murcia se encuentra, con 24,8% de hogares con mucha dificultad para llegar a fin de mes, a la cabeza entre las regiones españolas, cuya media al respecto es del 16%. La tasa de riesgo de pobreza se sitúa a nivel estatal en el 17,1%. Aquí estamos en el 27,2%, más de 10 puntos por encima. El paro en Murcia es del 30%, cuatro puntos arriba de la media española. La economía sumergida bordea el 40%, frente al 28% del conjunto del país. Ello explica que la evasión y el fraude fiscal nos cueste a los murcianos, según Gestha, unos 2.362 millones de euros anuales (datos de 2009, ahora sin duda será superior), cifra absolutamente desproporcionada dado nuestro nivel de población. Si tan sólo se recaudara la mitad de ese dinero, cubriríamos el déficit de las cuentas regionales (unos 500 millones se estiman para 2013), evitaríamos los recortes en sanidad, educación, dependencia y servicios sociales, liberándose recursos para la generación de empleo. Pero los ejecutivos de Valcárcel no sólo han sido incapaces de conseguir un mayor nivel de ingresos tributarios por la vía de combatir el fraude, sino que han impulsado proyectos faraónicos e inútiles como el aeropuerto de Corvera, la desaladora de Escombreras o la autopista de Vera, conduciendo a la Región al colapso económico y a la devastación social, ahondando en una desigualdad lacerante, que se expresa en el hecho de que apenas 13.000 murcianos acaparan casi el 40% de los ingresos declarados en la región en 2012.

En definitiva, nuestra región es paradigma del páramo social en que se ha convertido este país. Por eso escuece tanto la visión de esos políticos indolentes, con un Valcárcel a la cabeza arropado por Rajoy, a los que trae al pairo la suerte de su tierra (por ejemplo, votando contra las primas a las fotovoltaicas), y esconden la indiferencia que sienten hacia el sufrimiento y las penurias de sus paisanos en una autocomplacencia insultante.