Monseñor Rouco Valera ha manifestado su preocupación, como pastor de la grey católica, por los asuntos políticos de España. Le preocupa estos asuntos de un modo distinto a ustedes. Él habla no como ciudadano y contribuyente español, sino como ministro, ciudadano y voz autorizada por el Vaticano, pues ejerce autoridad „suponemos que también auctoritas„ eclesiástica y pastoral en la archidiócesis hispana.

¿Qué asuntos le tienen por un momento ocupado y apartado del rezo, la oración y el servicio ejemplar a sus apastorados, y lejos del estudio de la Palabra divina? ¿Qué le tiene al ministro de Dios engolfado en cuestiones profanas? Estas cuestiones son siempre problemáticas, y a un filo de ser pecaminosas, sobre todo, si un religoso insiste en su trato, o aun peor, si uno con celo religioso se esfuerza en ellas y se obsesiona por encontrarles una solución, cada siempre pensando „o prejuzgando„ que la tengan (que quizá no, pues son humanas, demasiado humanas y relativas), y suponiendo, además, que la respuesta por él encontrada deba ser válida para todos, una y dogmática, universal e infalible, ya que por deformación teológica „¿quién no comprende que, con el tiempo, toda formación es deformación profesional?„ está acostumbrado a pensar bajo ese monoteísmo de la verdad.

Bien, estos temitas sobre los que se ha pronunciado el señor Rouco Valera son nada menos que la unidad de España, y su peligro de desarticulación por los separatismos „hoy, el catalán„ y el matrimonio Gay (me gusta ponerlo así con mayúscula, como si fuera una honesta familia, los Gay), sobre esa ley nefanda para el monseñor, aprobada por Zapatero. Nada menos que por un socialista, y además tan de poco fuste.

Promete el señor Rouco seguir dedicándole más horas de reflexión a los asuntos humanos, y para próxima vez, hablará „y revisará„ el aborto, el divorcio€ quizá, a ese ritmo, si le coge una pensada larga, la teoría de la evolución de las especies de Darwin. ¿Estará a salvo Galileo? ¿Se volverá con monseñor Rouco al geocentrismo, a la creencia de que la Tierra es plana y no es móvil, y a la fe literal en las Sagradas Escrituras? En fin, no se pierdan ustedes sus interesantes palabras, fruto de sus mejores elucubraciones.

También ha derramado, en este primer capítulo un recuerdo al Concordato del Estado de España con la Santa Sede para reconducirle al Gobierno a las obligaciones morales o de no sé qué otro tipo con la ideología de la jerarquía católica. Quizá el Gobierno Rajoy haya pensado que se ha merecido ya la gloria plena por entregarle la reforma de la Educación a la Iglesia; no, eso no basta para tan alta recompensa. La Ley Wert no basta. Incansable el señor Rouco es (o amenaza ser) el brazo pensante y recatolizador integral en el nuevo tiempo light del papado de Francisco.

Su requisitoria al Gobierno, que suena tan puesta en razón, respecto a respetar por éste lo acordado „o mejor, concordado„ con Roma nos trae la duda si en esos acuerdos bilaterales hay también, por parte de España, una cesión de soberanía nacional, además de reconocimiento de minoría de edad moral y de falta de autonomía en sus decisiones legales. Además, ¿a qué se obliga el Estado del Vaticano con España en dichos concordatos? ¿Le diremos que apliquen los Derechos Humanos a ellos, y que una mujer pueda ser papisa, por ejemplo?