Tener vida. Ser, estar, sentir. Aprovechar las circunstancias para sacar lo mejor de nuestra existencia. A vivir se aprende viviendo. ¡Saber vivir! La vida es una excelente maestra que no deja repetir curso (años); sin embargo, se afana constantemente en darnos lecciones para que sepamos volver a empezar, una y otra vez, aplicándonos en el duro oficio de vivir. La vida, como las monedas, tiene cara y cruz, y no es cuestión de jugársela sin más. Enseñar a vivir es mostrar modelos atractivos de conducta que inviten a luchar por conseguir las metas que nos propongamos. El abanico de posibilidades es inmenso y la mejor moneda de cambio, la generosidad: cuanto más damos de nosotros mismos, más tenemos. Ante una sociedad paupérrima en valores, la superación personal exige un nivel alto, muchas veces heroico, a fin de no dejarse arrastrar por la avalancha de la corriente. Tampoco vale ponerse a salvo sin más. Familia, vecinos, amigos y un sinfín de compañeros de penas y fatigas, esperan (aun sin saberlo) mucho, de nosotros: una palabra, un gesto de amistad, una sonrisa, un consuelo, un testimonio, una atención personal, una explicación clara, una corrección oportuna, un estímulo a tiempo, un agradecimiento sincero€ Por naturaleza, somos seres sociales y nuestra vida se va perfilando a través de las relaciones humanas. Ser o no ser tiene mucho que ver con querer, en el más amplio sentido de la palabra. Alegrías y penas van tejiendo nuestra personalidad a medida que, a trancas y barrancas vamos aprendiendo a responder a los embates de la vida, saliendo de ellos fortalecidos. «La vida es un regalo», dejó escrito María de Villota, rubricando con amplia sonrisa su lucha y entereza tras el gravísimo accidente que sufrió. La vida es una conquista que requiere esfuerzo constante, sin dejarse llevar de las dificultades, por mucho que apunten a lo imposible: Rafa Nadal y su número uno. La vida es también un suspiro, de tanta gente anónima que no se rinde ante nada. Elijo como protagonista a una señora que habiendo hecho la compra en el supermercado, tras pagar la cuenta, le pidió por favor a la cajera que le guardara una bolsa en la mochila trasera de su silla de ruedas, mientras ella colgaba otra más pequeña en uno de los brazos. Tras agradecer el favor pulsó el botón de marcha dirigiéndose hacia la salida. Paró en el umbral y suspiró aliviada antes de seguir adelante. La vida es€ lo que queramos. Se trata de vivir.