En las próximas semanas, el Instituto Nacional de Estadística confirmará que (por primera vez, en dos años) la economía española ha vuelto a crecer, en términos intertrimestrales. Esto ha llevado a nuestros gobernantes a afirmar que la recesión ha terminado. Pero las consecuencias de la peor crisis financiera desde el final de la Guerra Civil se dejarán notar durante mucho tiempo entre la mayoría de la población.

Y es que, aunque abundan las señales de mejoría (subida anual de la Bolsa de más del 10%, descenso de la prima de riesgo a niveles de hace dos años, récord de visitantes turísticos y mantenimiento de la cuota exportadora mundial), la crisis ha dejado secuelas duraderas en nuestra economía.

En el mejor de los casos, los analistas apuntan a crecimientos bajos durante los próximos años (entre el 0,5% y el 1,5%), lo que dificultaría la creación de empleo neto. Otra cosa será que las estadísticas de paro mejoren, ante la bajada de la población activa (a consecuencia de la emigración y de gente que ha abandonado la búsqueda de empleo, pese a estar en edad de trabajar).

Por ello, la pregunta sigue siendo la misma: paralizada la construcción durante los próximos años (mientras no se ajusten los precios de los pisos y no se absorba parte del stock inmobiliario), ¿qué sectores pueden tirar de la economía? El turismo lo hará a medias (gracias a los extranjeros, pero lastrado por los españoles, incapaces de gastar ante su pérdida de poder adquisitivo y el miedo al paro) y las exportaciones (cuya bonanza no hay que exagerar: el 90% de las ventas procede solo del 10% de las empresas), por sí solas, no generan un alto volumen de crecimiento, aunque sea más 'sano'. La respuesta a la anterior pregunta determinará si España es capaz de bajar del 20% de paro en esta década.