Se avecina bronca en la Iglesia. Cualquiera que haya estado atento a las noticias referidas al nuevo papa en los últimos tiempos puedo sentir cómo se avecinan conflictos y de los gordos. Probablemente este nuevo papa, que ya ha dado muestras de un carácter poco convencional en sus primeras manifestaciones externas, haya sido cooptado por el papa anterior, aún vivo para sorpresa de todos, con el fin de llevar a cabo una profunda limpieza en las alcantarillas de la organización religiosa más poderosa del mundo.

Y es que la Iglesia, válgame Dios, tiene una tradición cainita que ya quisieran para sí los partidos políticos o cualquier otra institución humana. Como reza en el sentido figurado de rezar el viejo dicho, «los de fuera son los adversarios; los enemigos son los de dentro».

Me contaba un amigo, muy relacionado con los 'círculos' (el que pueda entender, que entienda) de una importante organización católica, que el día de la elección del nuevo papa estaba recibiendo decenas de mensajes y tuits de algunos de estos conocidos y que repentinamente todo este ajetreo se paró en seco en cuanto se supo el nombre del nuevo papa que, por su condición de religioso o por su trayectoria lo desconozco no sentó nada bien en una institución que ha tenido un gran peso en los dos últimos papados, especialmente en el de Juan Pablo II.

Así se las gastan en la Iglesia. Yo estudié en una universidad católica no en la de Murcia, obviamente, por que en mi époco aún no existía y nunca he oído insultos ni burradas de tamaño calibre el relación con el papa de entonces, otro izquierdosillo como este que reinaba entonces con el nombre de Pablo VI, como en el ámbito de las personas profundamente creyentes y practicantes con las que entonces me codeaba.

Ya sabemos cómo se las gastaban los cristianos viejos. En un libro de entrevistas de Salvador Pániker, de lectura altamente recomendable, el entrevistado Cela reseñaba cómo un santo le llamaba al otro santo en el concilio de Sevilla «cojón del anticristo». Y eso era lo más bonito que se dijeron en aquel Concilio. El caso es que el papado de Pablo VI, según mis amigos de universidad entonces, era la demostración evidente de que el humo de Satanás se había infiltrado entre los muros de la Iglesia. Ahí es nada.

Qué se puede esperar de una institución que llegó al Cisma irreconciliable por una 'y' en el credo, fruto por otra parte de una confusión lamentable. La consecuencia del 'filioque' no fue otra que dividir para siempre a Occidente en dos mitades por lo visto irreconciliables, con los ortodoxos y los romanos separándose inexorablemente como dos continentes que van derivando y separándose a lo largo de los años.

En fin, esperemos que la sangre esta vez no llegue al río, para tranquilidad de la feligresía. Aunque el tono del discursito de Bertone en su despedida (en el que habló de los 'cuervos y víboras' que le habían derribado de su cargo de Secretario de Estado), no augura nada bueno.