En tiempos de marejada los políticos regionales juegan, con la ventaja de que lo que ocurre aquí, salvo durante las primeras horas de una tragedia de gran magnitud, no le importa a nadie más que a nosotros. Y a veces ni eso. Si lo acontecido esta semana hubiese ocurrido en una Comunidad Autónoma 'de peso' los diarios nacionales, cadenas de televisión, programas de radio y redes sociales habrían estallado con la fugaz indignación del foco informativo. Pero la realidad es otra. Murcia pesa lo que pesa. Y esa medida es insignificante.

Que las grandes cuestiones que la Región lleva planteándose desde los ochenta están casi todas sin resolver es un hecho constatable. De aquí se desprende que los Gobiernos anteriores del PSOE tampoco las abordaron satisfactoriamente. La política murciana tiene demasiados bloques que causan rubor.

El de los dispendios es como una pesadilla de la que no despiertas nunca. Cojamos dos ejemplos (no son los únicos). Por un lado la autopista Cartagena-Vera con una inversión de 650 millones y rescatada por el Estado. Por otro, la autovía Zeneta-San Javier, inacabada por incumplimiento de un protocolo con el ministerio, con un coste aproximado de 111 millones (tengamos en cuenta que ya existía una vía rápida que enlazaba con la A-30). Ambos proyectos han devorado recursos económicos que prácticamente habrá que asumir como pérdidas. La suma es de 761 millones.

El aeropuerto regional 'privado' que no iba a costar ni un euro a las arcas públicas va camino de convertirse en un peluquín político que a malas penas cubre la desvergüenza. Hasta ahora la Comunidad ha desembolsado treinta millones para construir los accesos y concedido un aval de doscientos. El aeropuerto en sí ha costado 266 millones. La rescisión de la concesión administrativa a Aeromur cuyo accionista mayoritario es Sacyr suena a golpe de efecto de una historia con final pactado. Hundida la construcción de resorts y ante la negativa de AENA de no echar la persiana en San Javier sin cobrar antes el dinero allí tirado el proyecto era un firme candidato a compartir destino con Ciudad Real y Castellón.

Y en un momento en el que las grandes empresas españolas del sector están reduciendo el peso de los aeropuertos de sus activos. Es, pues, improbable que alguien vaya a pujar por Corvera. Si finalmente AENA se hace cargo asumiría, además, los costes de explotación. Es posible que dejase de reclamar los setenta millones por las obras de San Javier cuyo cierre se ultima. Esta fórmula persigue abrir el aeropuerto como sea evitando proyectar otro sambenito de aeropuerto fantasma en España. Un espejismo, puesto que para AENA primará siempre su dislate mayor, Alicante, y Corvera quedará como lo que es, un aeródromo sufragáneo para recibir premios por su arquitectura.

Volvamos a hacer una cuenta. El aeropuerto, su aval, los accesos y las obras en San Javier, todo junto, suman 366 millones. Esto no tiene en cuenta las posibles compensaciones a Aeromur ni los intereses del crédito de doscientos millones que la Comunidad ya ha solicitado para hacer frente al aval. (Por cierto, vayan añadiendo unas ocho décimas más al valor oficial del dato de déficit).

Recapitulemos; entre la Comunidad y el ministerio de Fomento se han gastado 1.137 millones de euros en obras que difícilmente se amortizarán (el Tribunal de Cuentas tiene en Murcia mucho que hacer). Si consideramos El Altet como el aeropuerto que da servicio a la Región y le añadimos su desmedida inversión el montante se eleva a 1.784 millones de euros.

El otro bloque, el olvidado, es igualmente interesante. Con más de una década de retraso el ministerio de Fomento ha publicado los proyectos de los arcos Norte y Noroeste de la ciudad de Murcia. Escasos cincuenta kilómetros de autovía entre ambos que habrían descongestionado hace tiempo los atascos kilométricos del nudo de Espinardo, el semáforo de Europa En la carpeta de nuestra gran lacra histórica figura el ferrocarril. Sin entrar en las líneas que se deberían haber mejorado hace veinte años, sí hay obras puntuales que se podrían haber resuelto con sólo una parte de esos 1.784 millones del ejemplo Éstas son las integraciones urbanas de Murcia, Lorca, la variante de Alcantarilla o los treinta millones restantes para concluir la variante de Camarillas.

La semana da para más. A pesar del espectáculo vergonzoso producido por las formas con las que se está abordando el asunto del aeropuerto con la Guardia Civil tomando Corvera y el TSJ poniendo orden, el carpetazo que el Gobierno de España le ha dado a Lorca supera lo demás. Y no por la supresión del cargo de la comisionada sino por las razones esgrimidas. El Gobierno sostiene que los objetivos se han cumplido. ¿A qué objetivos se refiere? La ciudad no necesitaba un comisionado sino un plan del que nadie quiere oír hablar (cada cual por sus motivos).

Desde el primer momento, y dada la implicación de tantas Administraciones, el ministerio de la Presidencia debería haber sido el responsable directo pero, como ya he reiterado en estas páginas, es un tema muy lejano en los despachos de Madrid. Más de dos años después aspectos básicos como un cambio normativo en la edificación se limitan a unas meras recomendaciones. Para mayor oprobio el supuesto Plan Lorca sigue sin figurar en la web de ninguna Administración. Valiente ejercicio de responsabilidad, sin duda.

El vago compromiso general con los asuntos irresolutos no encaja con la determinación, entre otros aspectos, para rescatar infraestructuras ruinosas. Un oscurantismo caciquil elevado a la cotidianeidad de la política ha reducido el trance de dar explicaciones a un escueto imperativo: «Olvídese de todo. Aquí no ha pasado nada».