Hay dos silencios cuya ruptura la izquierda, o lo que queda de ella en la reducción actual del PSOE, no soportaría. Éstos son los de Corcuera y Barrionuevo. Tanto el golpe de 1982, el intento frustrado de junio de 1985, los GAL y otros episodios tortuosos del acomodamiento de la democracia guardan todavía varias incógnitas. Y es que hay partes de la historia que se digieren mejor cuando sus protagonistas ya no están.

José Luis Corcuera es un personaje conflictivo, incómodo para una parte del partido socialista. Él, también Rubalcaba, conoce los sótanos del Estado, sus pasadizos, cloacas y grietas. En un coloquio en plena empanada mental sobre la definición misma del Estado surge su voz, como de ultratumba, sacudiendo la insensatez que manosea irresponsablemente el orden constitucional. Un militante, pero no cualquier militante. Palabras claras, de comprensión sencilla que resultan ser pellizcos de monja en el público. Al PSOE se le ha ido de las manos su estrategia de atribuir un tufo rancio a todo lo español. Si se reniega de la esencia de un país, su constitución, por el hecho de ser española es muy probable que el resto salte por los aires. Y así ha ocurrido.

Las concesiones al nacionalismo han sido el peaje del partido en el Gobierno en ausencia de mayorías absolutas. Una práctica cuyos frutos recogen hoy; el colapso de las políticas de Estado. Existen temas críticos enquistados que condicionan e millones de ciudadanos por el mero hecho de no enfrentarse a un gigante más imaginario real: don Quijote y los molinos de viento.

En un modelo federal simétrico los tratos especiales se disolverían. ¿Plantea esto del PSOE? No lo creo. Los nacionalistas no admitirán una semejanza al resto porque se derrumbaría su discurso anclado en los ´hechos diferenciales´. Es bastante contradictorio que se esté cocinando un pacto fiscal con la vista puesta en el arreglo decimonónico de Cánovas de las haciendas forales. Sobre todo teniendo en cuenta las millonadas recibidas por España en concepto de fondos europeos e inversión extranjera -una política opuesta a la que plantean-.

Cuando desde filas de la derecha Esperanza Aguirre habla de ´catalanizar´ España yo me pregunto si esto también lleva implícito sus condicionantes políticos. Una muestra. Es el nacionalismo catalán (incluyendo el PSC) quien se ha opuesto sistemáticamente a resolver los problemas hídricos de la España seca. De este modo se limita de forma natural el crecimiento de grandes competidores vecinos. El tema del agua, el asunto político que más ha zarandeado la Región de Murcia, permanecerá en su limbo actual indefinidamente hasta que se fijen límites claros de lo que es y no puede ser el Estado español. Lo que se puede negociar y lo que no.

Otras reformas se encuentran en el mismo lugar: la educación, la sanidad, la justicia, la fiscal, la institucional. Una país paralizado en aras de encajar no sé muy bien el qué. Quizás el subconsciente de la ´lideresa´ tuviese el tino puesto en la balanza fiscal de la Comunidad de Madrid la que, con diferencia, más aporta y menos recibe. Aún así, lo mejor sería plantear una cierta germanización. Un mapa de competencias cerrado y claro, industrias repartidas por todo el país -aunque haya zonas de mayor concentración que otras- una capacidad probada de sobreponerse a los tiempos difíciles, la voluntad de aceptación de su historia (muy amarga), y principalmente importar la manía teutona de exigir responsabilidades políticas. Bendita manía bárbara.