A lo que iba: hay un artículo en El viajero más lento en el que Vila-Matas elogia la novela Sinsabores del verdadero policía, de Roberto Bolaño, una pieza inacabada y poco frecuentada del autor que se publicó póstumamente. Otra coincidencia: la novela de Bolaño es una obra que quedó inconclusa al igual que las novelas que propone Calvino. Y todo esto lo pensaba yo mientras contemplaba la obra arquitectónica inacabada por excelencia: La Sagrada Familia. Yo estaba en Barcelona y había olvidado por completo a Vila-Matas, a Bolaño (que, por cierto, también vivió algunos años en Barcelona) y todas las literaturas del mundo. Incluso la novela de novelas de Calvino se escondía en la maleta incapaz de sustraerme de las calles y los edificios gaudianos de Barcelona.

Pero cuando llegué al hotel, en su escueta y modesta biblioteca encontré un ejemplar de la primera edición de la bolañesa Sinsabores… Y como tenía dos noches barcelonesas por delante decidí que debería leerme el libro en sendas atacadas antes de abandonar el hotel, su biblioteca y el libro de Bolaño. He de reconocer que, no sé si porque leí la novela con cierta premura, no le encontré aquello que hay en Los detectives salvajes, novela que relata experiencias del grupo infrarrealista. El último día de mi viaje estuve fatigando estanterías en Gigamesh, una librería especializada en ciencia-ficción. Allí encontré un tomo de relatos de autores rusos fechado en 1969. Me pareció de lo más sugerente comprobar qué escribían los rusos el mismo año que llegaban los americanos a la Luna. Además de que la ciencia ficción (un subgénero de la literatura de viajes) me pareció de lo más apropiado para leer en aquel viaje en tren de vuelta a Murcia desde Barcelona.

Aquí acabaría la historia de las literarias coincidencias 'Bolaño/Vila-Matas' si no fuese porque el volumen de Lo mejor de la ciencia ficción rusa contiene un relato firmado por Georgij Gurevic titulado La infra del dragón. Y al parecer, este cuento lo tuvo presente Bolaño en los presupuestos estéticos del movimiento allá por el año 1976. El Primer Manifiesto se abre con una cita que pertenece al citado cuento de Gurevic y que de algún modo cierra este triángulo de casualidades de mis lecturas y un par de noches en Barcelona.