Si la vida es un viaje, ¿eres turista o aventurero? Es difícil de asumir una de las opciones y renunciar plenamente a la otra. Hay algo de turista en todos nosotros. Pero también unas notas de aventura componen nuestra naturaleza. El ser humano vive rodeado de contradicciones. Por un lado siempre me ha cautivado la idea del viajero aventurero que se adentraba en países exóticos sin mirar atrás, sin un rumbo definido, valientemente, en busca de un destino incierto y lleno de novedosas experiencias. Incluso he llegado a sentir verdadera envidia de aquéllos que se echaban la mochila al hombro y se fundían con la estampa de paisajes inexplorados en los que un sol anaranjado caía tras unas edificaciones pintorescas de una ciudad remota. Sin embargo, he de reconocer que la vida entendida como un viaje programado con un destino previsto es también una estupenda manera de ver el mundo. Escribió Bowles que el turista acepta su civilización sin cuestionarla. ¿Y qué hay de malo en eso? Quizá, no siempre estemos dispuestos a juzgar nuestro entorno y a luchar fieramente para alcanzar arduas metas. Quizá, la vida no siempre consista en buscar el lado peligroso de las cosas y oponer resistencia. Y quizá sea conveniente tomarse de vez en cuando la existencia como lo haría un turista embarcado en un viaje programado, con destinos previstos de antemano, escalas prestablecidas en puertos y fechas previamente anotadas en la agenda, y disfrutar sencillamente del trayecto.

Hay una tendencia natural a alabar al viajero. Es siempre comparado con el ser emprendedor y atrevido. Por el contrario, el turista suele ser visto como un 'borrego' que se deja llevar por la masa y que carece de originalidad e iniciativa. Sí, la aventura y el riesgo son elementos que hacen la vida más divertida e incluso, son necesarios en muchos casos. El aventurero, también simboliza al inconformista rebelde mientras que el turista asume el rol de resignado, de aquel que acepta las cosas como son sin cuestionarlas. Pero la planificación metódica de nuestra siguiente escala (permítanme que abuse de la metáfora) también es altamente recomendable.

En este sentido, la vida puede ser vista como una aventura cuyo destino es desconocido para los que en ella nos vemos embarcados. O por el contrario, como un viaje programado cuya última parada todos conocemos. Un paseo turístico por el mundo y que hay que planificar milimétricamente.

Como decía al comienzo, el ser humano está lleno de contradicciones. Es posible que la aventura de cada cual no tenga por qué parecerse a la de su vecino de camarote, a pesar de que navegamos en el mismo buque. Algunos preferirán abrirse paso a machetazos por la espesa jungla. Otros, ir a la agencia y elegir un resort con todo incluido y solo preocuparse de los kilos de más que van a coger. Tal vez, lo importante no sea el tipo de vida, aventurera o turística, sino ser feliz cada cual con su odisea. La vida, no obstante, es una extraña excursión hacia la nada. ¡Feliz verano, buen viaje!