11 de mayo de 2013. Debate entre Pablo Iglesias y Alfonso Rojo sobre la llamada 'ley Wert'. Que nadie se asuste, Pablo Iglesias es profesor universitario y el intercambio de opiniones tuvo lugar en La sexta noche, no en Más allá de la vida. Alfonso Rojo, a quien el apellido no le pega nada, es otro de tantos tertulianos bendecidos con el don de la omnipresencia. En un momento dado, el profesor transmite el temor de muchos de sus alumnos que no saben si van a poder matricularse el próximo año debido a los recortes y la subida de tasas. Y Alfonso Rojo, acostumbrado a los modos de Intereconomía, le interrumpe por enésima vez: "¿Cuánto cuesta una matrícula?". "¿Cuánto dirías?", le contesta Pablo. "Cuatro cañas al mes", responde Rojo. Se arma algo de revuelo en el público. "Quinientos euros al año". Aumenta el revuelo. "Qué barbaridad estás diciendo", le increpamos al mismo tiempo el profesor y yo. No costaba eso ni antes de las brutales reformas del actual Gobierno, y mucho menos ahora que las matrículas han subido entre un 15% y un 25 %. El precio medio actual por matrícula en la universidad pública es de unos 1.500 euros al año, el triple de lo que afirmaba Alfonso Rojo. Y nos referimos al importe de la primera matrícula, no hablemos de los que hayan suspendido alguna asignatura o no se hayan podido presentar al examen, circunstancias que el PP ha castigado con un recargo desmesurado. A eso hay que añadir el nada desdeñable gasto en compras de libros y fotocopias. Y en su caso, alojamiento, transporte y dietas. Algunos deberían quitarse de cuando en cuando los fajos de billetes que llevan como anteojeras para así poder ver la realidad que hay más allá de sus narices.

Recordemos que no se trataba de una discusión que surgiera en un bar, a pesar de que Rojo apelara a las cañas, sino de un programa al que los dos invitados acudían sabiendo de antemano cuál era el tema a debatir. La lógica nos dice que ambos debieran haberse preparado, aunque sólo fuese por respeto a los espectadores. Pero para qué, pensaría Rojo. Mejor me voy de cañas. Entendemos que él estudió en los jesuitas y quizá esto le suene un poco a chino, pero no se puede hablar de algo tan serio con esa frivolidad. ¿Cómo es posible que alguien con un desconocimiento tan abismal sobre la materia de la que está discutiendo, no sólo esté día sí y noche también en tantos coloquios de televisión y radio, sino que además dirija un periódico digital? Y lo peor es que es la regla, no la excepción. Se hace necesario orear las tertulias. Las copan siempre los mismos, y si se debiera a que son los más capacitados, tal vez uno lo aceptase resignado, pero no es el caso. Cabría esperar de ellos mejores aptitudes, una elevada capacidad dialécticaÉ Como mínimo, que estuvieran perfectamente informados de los temas de actualidad y especialmente de aquellos sobre los que van a opinar. Ni que pidiéramos un imposible.

Muchos son directores y subdirectores de periódicos, lo que da que pensar que ese trabajo es tan sencillo y requiere tan poca dedicación como para que puedan permitirse el lujo de hacer en su lugar su habitual ruta radiotelevisiva (y es una ruta muy larga). Tal vez dejen a un pajarito automático en su puesto, como Homer en la central nuclear. A algunos nos gustaría ver para variar caras nuevas, preparadas y, aunque sé que esto es como pedirle piñas de tres kilos al olmo, objetivas. Las actuales aburren y exasperan, ya sabemos de antemano lo que va a decir cada uno. Que alguien abra las ventanas, empieza a apestar. Periodismo Real Ya.