No voy a contar el cuento de Pulgarcito pero sí lo tomo de referencia en el mundo de la comunicación. Al parecer no solo estamos en Red sino enredados con montañas de servidores que paradójicamente nos esclavizan. ¿Es tan fiero el león como lo pintan?... Conviene no arriesgarse demasiado por muy tentadoras que sean las botas de siete leguas (es un decir) de este 'ogro' de no sé cuantas cabezas que nos hace recorrer el mundo en un santiamén. Al parecer no hay secreto que se le resista pero en contrapartida nuestra resistencia -léase fuerza de voluntad- se debilita hasta una vulnerabilidad peligrosa que nos convierte en pulgarcitos del mundo de la comunicación porque olvidamos utilizar correctamente sus herramientas y nos sorprendemos, entre otros compañeros de penas y fatigas, perdidos en Dios sabe qué extraños y profundos bosques sin camino de vuelta a casa.

Bueno, los cuentos suelen tener un final feliz, así que sigo con la referencia de Pulgarcito. Es bueno pararse a pensar y calzarse bien esas botas que tienen la magia de adaptarse a nuestra medida. "Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa", máxima que en el mundo de la comunicación no podemos minimizar. De una parte, el tiempo cuyo dueño muchas veces no vemos. De otra, la persona, ser sociable por naturaleza, lo primero que tiene que cuidar y cultivar es su relación con los demás. Familia, amigos, compañeros de trabajo y un largo etcétera no pueden depender (en todos los sentidos) de un teclado más o menos sofisticado y anodino. Las relaciones humanas necesitan del trato personal, cara a cara, que conduce al conocimiento y en no pocos casos al cariño. Hay dichos que nunca pierden popularidad: "Para quererse hay que rozarse". Pues eso.

Suelo escribir por la noche, desde el cuarto de estar de casa y con frecuencia, música de fondo. Hoy mi marido ha elegido Beethoven. Habitualmente, cada uno se centra en su quehacer. De vez en cuando hablamos de cosas importantes o no, también le pregunto alguna que otra duda o giro lingüístico o me distraigo más de la cuenta con temas variopintos. Él se arma de paciencia, escucha, responde o guarda silencio hasta que me apremia para que me aplique y no trasnoche más de la cuenta. A lo largo de la velada ha venido uno de nuestros hijos, mientras, seguíamos por Twitter las incidencias de una importante reunión de trabajo de otro. Los que viven fuera han telefoneado y enviado un Whatsapp. Hace poco estuvimos todos juntos. ¡Botas de siete leguas!