Ha sido la gran mentira del PP murciano, ejemplo evidente del uso electoral que un partido hace de las necesidades ciudadanas, enfrentando a murcianos, valencianos y andaluces contra manchegos, catalanes y aragoneses. El PP ha cambiado de discurso en cuanto ha llegado al poder central y hasta las pancartas, colocadas en edificios públicos y pagadas con dinero de todos, se han caído sin un ápice de vergüenza. El caso es ultrajante, porque los populares no sólo hicieron de ese grito su principal arma arrojadiza contra el Gobierno socialista, al que se culpaba de todos los males de la Región, sino que se animaba a los sufridos regantes a poner a caldo a los responsables de las desdichas de Murcia, que negaban el ya olvidado por el PP trasvase del Ebro o los insuficientes trasvases del Tajo. Ahora toca callar porque ‘los nuestros’ desgobiernan en Madrid y el eslogan hipócrita y demagogo es innecesario e incómodo.

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