Quiere el incombustible Alfredo un "desnudo total" de las buchacas de nuestros cargos públicos, una especie de estriptis de conveniencia en este vergonzoso jaleo de la corrupción. Alfredo Pérez Rubalcaba responde así al órdago de Mariano Rajoy Brey, el atribulado presidente del Gobierno, que ha enseñado por la ventana la pastizarra que se embolsó siendo jefe de la oposición. "Haga usted exactamente el mismo ejercicio de transparencia que he hecho yo", le dijo Mariano a Alfredo para ponerle en un brete. Y hete aquí que el secretario general del socialismo patrio se revuelve, presenta cuentas y propone dejar a todos los políticos en pelota picada y con las billeteras abiertas, como para salir a todo color en la portada del Interviú.

Lo de Mariano enseñando la renta quedó como bravuconada, una arrancada de caballo y parada de burro, porque me da que sólo aireó lo que le convenía. Lo de Alfredo y su desnudismo lleva mucha carga de hipocresía, mucha palabrería, una propuesta demodé, más bien para promoción de las macarrillas de 'Gran Hermano' que para una propuesta con fundamento. Aquí, tal como nos están dejando el mapa, sobran rajadas y falta acción, mucha acción para arreglarle las cuentas a tanto vivalavirgen. Y no son necesarias engorrosas tramitaciones parlamentarias, tensas negociaciones o puñaladas traperas. Basta con que el secretario o el interventor de cada ayuntamiento, Diputación, Parlamento, organismo autónomo o empresa con capital público clave todos los meses en el tablón de anuncios o en la puerta principal de cada institución lo que cobran, detalladamente, alcaldes, presidentes, concejales y asesores varios. Así tendría que haber sido desde el inicio de la democracia. Pero no, mejor déjenlo como está. No podríamos soportar tanta indecencia.