La noticia de que la Casa del Rey de España renuncia este año a veintisiete coches oficiales, un doloroso recorte, nos ha servido para enterarnos de que le quedan 45 coches oficiales más. La Casa del viejo ancestro el Rey Sol no sé si tuvo tantas carrozas. La Casa hasta este año tenía 72 coches a su disposición (a su disposición quiere decir lo de Franco, cuando su chófer se asomaba para preguntarle que a qué hora deseaba su Excelencia que tuviese el vehículo preparado, si a la una o a la una y media, y respondía misterioso el gallego: "Sí"). El caso es que una noticia que quiere mostrar la austeridad de la Corona en realidad nos informa de otra virtud no de la Corona sino de los españoles, nuestro buen conformar. Consuela tanto que nuestra Casa Real tenga ya únicamente 61 chóferes que estamos por devolverle al Rey aquél perdón que entregó compungido a la Nación tras lo de los elefantes. Queríamos un Rey austero, pero sin pasar necesidad.

La Reina de Inglaterra, ciertamente, se pasea desafiante por Londres en una carroza tuneada de oro puro a la que sólo le falta un hilo musical donde cante algún palo Manzanita, pero sólo tiene una, no 71. Luego se escandaliza la prensa de que don Juan Carlos haya readmitido a Urdangarin o que monte a la señorita Corinna en sus desplazamientos. Montar, me refiero, en su sentido más turístico. Algo tendrá que hacer el Rey para llenar tanto vehículo. Aquí nos enfangamos en la plebeya discusión de si el Rey cobra mucho sueldo (doscientos y pico mil euros/año para un Rey resulta poquísimo, cuando hasta no hace tanto cualquier vendedor de melones metido a promotor se gastaba eso en alicatar la caseta del perro), cuando lo chocante está en otras partidas presupuestarias del Estado que todos parecían desconocer. Hasta que no se ha publicado algo que ya era perfectamente público, que la Real Casa ha venido disfrutando de 68 chóferes, el asunto no existía. En un país donde nadie lee periódicos: lo que se oye en la letra impresa aquí tiene una influencia decisiva.

Zapatero se llevaba a unas ascéticas vacaciones en Lanzarote a sólo quince cocineros de Moncloa. Nos sorprendimos por la docena y media que se llevó para que le sacasen de las latas las anchoas que le regalaba el presidente cántabro Revilla, pero no por los tropecientos cocineros monclovitas que aún se quedaron en Palacio. Tener 68 chóferes para una Familia Real poco numerosa se consideraba no noticiable hasta ayer, y ahora vemos que las penalidades alcanzan a todos cuando se queda con siete menos. ¿No nos estaremos pasando de austeridad?