Los últimos datos difundidos por el Instituto de Estudios Económicos (IEE) indican que España es el país de la Unión Europea (UE) con mayor paro femenino, superando al parecer en 12,4 puntos la media comunitaria.

A la cabeza de Europa, además de España, se encuentra Grecia, quedando Portugal lejos de las cifras que ofrece nuestro país. En el lado opuesto, los países que registran las tasas de paro más bajas entre las mujeres son Alemania, Países Bajos y Austria.

De igual manera, España cuenta con la natalidad más baja de Europa y una de las más bajas del mundo, situándose dicha tasa de natalidad en 1,1 cuando especialistas de la talla de Manuel Moro, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, estiman que se necesitaría una media de 2,1 hijos por mujer para que las futuras generaciones reemplacen a las actuales.

Por otra parte, la edad media de las madres primerizas ha aumentado, situándose ahora en treinta años, lo que dificulta un segundo embarazo, hasta el punto de que en un congreso los especialistas expresaron su preocupación por el incremento de los partos prematuros en España, que achacan a la edad de las nuevas madres.

Antes todo esto, el presidente de la Sociedad Española de Neonatología, Eduardo Doménech -rector de la Universidad de la Laguna- reclama incentivos a la natalidad, no sólo con ayudas económicas sino también con medidas laborales que faciliten a las trabajadoras el poder ser madres.

Al hilo de esto, hemos tenido la oportunidad de acceder a unos cuestionarios o relación de preguntas que hacen algunas empresas de trabajo temporal para seleccionar empleadas en Murcia; supongo que en el resto del país ocurrirá igual. Entre las cuestiones que se plantean en la entrevista personal con las candidatas a trabajar, no importa en qué empresa porque todas comienzan igual, la primera duda que se formula es si la joven está casada y, sobre todo, si tiene hijos. Es decir, por encima de su cualificación profesional, por encima de su capacidad laboral, por encima de su actitud y aptitud lo que importa es si tiene hijos y es que, dependiendo de la contestación a esta muchas veces decisiva pregunta, transcurre el resto de la encuesta.

Si esto está ocurriendo, que está ocurriendo, un Gobierno tan próximo a la iglesia católica algo debería de emprender para hacer posible que las mujeres en edad fértil -las otras ya no cuentan- no tengan la tentación de abortar si es que, en un descuido -la naturaleza tiene sus necesidades- han cometido el error de embarazarse y la decisión de no abortar. Porque esa es otra. Muchos de los prebostes que dirigen las grandes empresas que ponen veto a las jóvenes que tienen hijos pequeños son católicos practicantes, que seguramente se escandalizan hipócritamente ante el hecho de que una mujer aborte y lo haga -siempre es así, no se confundan- obligada por una vida que no se lo pone fácil. En este caso, elegir si trabajar, para poder formar una familia, o tener un bebé que le impedirá mantenerla: muchas casas viven del trabajo de la mujer.

El Gobierno debería legislar menos sobre el aborto y más sobre las leyes que protegen la natalidad leyendo los informes de la OCDE, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, que relaciona la baja tasa de fertilidad en España con la falta de incentivos y ayudas a la familia, poniendo como ejemplo de lo contrario a países como Francia, con una tasa de natalidad del 1,99; Irlanda, con 2,07, y Noruega, 1,98, que conceden las ayudas familiares de las que aquí carecemos.