vEL MUNDO VIRTUAL

Nuestros gobernantes son seres extraordinarios, como Esperanza Gracia, gozan de facultades extrasensoriales y por ello pueden ver y predecir el futuro. El sumo sacerdote, Mariano Rajoy, ha revelado a sus ministros las verdades que nos deben ser transmitidas en este comienzo de año, en resumen, que este año 2013 será mejor y peor que el anterior que ya fue peor y mejor que su precedente, etc. Para los seres normales, como nosotros, el mensaje emitido por el Gran Vidente encierra una flagrante contradicción, pero ya sabemos por adiestramiento que no hay que rechazar lo contradictorio sino humillarse y acatar que nuestra razón no está a la altura de las verdades que la trascienden. En realidad, si analizamos, tampoco existe la aparente contradicción, pues lo que debe querer decir el paradójico mensaje gubernamental es que a unos les irá bien, mejor aún y que a otros nos irá mal, peor aún. Es lo que viene pasando, así que no se entiende para qué hace falta tanto anuncio esotérico ni tanta predicción estrambótica. Seamos sencillos. Si formulamos una hipótesis intrascendente y damos una explicación ordinaria a las palabras de nuestros gobernantes, comprobaremos que hablan por no callar, porque, ya que no saben cómo justificar sus actos ante una ciudadanía que no los eligió para ser maltratada como lo está siendo, subliman el engaño con la emisión de sonidos aparentemente articulados y con un sentido lógico pero con una lógica del más allá.

Los gurús de la oposición alternante del PSOE, mientras, aguardan paciente y prudentemente su turno. Saben que, antes o después, su momento de gloria llegará pues para eso han convertido su partido en una empresa de empleo de altos cargos en las distintas esferas de poder: político, económico y judicial. Lástima que, aunque lo intentan con los Bono y los Vázquez e incluso vistiendo de manola a la señora Fernández de la Vega, les falle aún la del poder religioso. Todo se andará.

Mientras en el PP se afanan en ajustar la situación financiera de España a los intereses del Deutsche Bundesbank, en el PSOE han decidido ocupar su tiempo libre en un comité federal que ya ha empezado pero que no se sabe cuándo ni cómo acabará. Pérez Rubalcaba, de entrada, ha anunciado que se abre una nueva etapa en el PSOE, un proceso de 'redefinición' que habrá de centrarse en un 'encuentro con los ciudadanos'. Y ya estamos otra vez con lo esotérico. ¿En qué quedamos? ¿se trata de una 'redefinición' del PSOE o de un encuentro de éste con los ciudadanos? Entiendo yo que, efectivamente, al PSOE le vendría más que bien una definición o 'redefinición', si así lo prefieren. A menos que pretendan que sean los ciudadanos quienes los definan. En este caso, ¿qué quieren decir con 'los ciudadanos'? Ya sabemos que el sueño de todos los partidos, fundamentalmente si se han reconvertido en empresas, es un sueño totalitario y absolutista, el de obtener el voto de todos los ciudadanos para llegar a ser la empresa única. Pero eso es, hoy por hoy, mucho pedir. Además ¿por qué cargar con el muerto a los ciudadanos? ¿no son ellos mismos capaces de definirse o redefinirse?

Por si, como parece, en el PSOE no saben quienes son y necesitan la ayuda ciudadana, voy a aportar unas modestas sugerencias y empiezo por olvidarme del pasado, de todo el pasado. Es obvio que para transformar un país hay que alcanzar el poder y que para ello hay que convencer a una mayoría de ciudadanos de las bondades de un programa. De manera que el objetivo inmediato es convencer a la mayoría para alcanzar el objetivo último, la transformación del país. La tragedia es que, para convencer, los partidos empiezan a moverse de un lado a otro hasta que no saben dónde están ni adónde van. Por tanto, mi primer consejo es que, de momento, se estén quietos. Una vez establecida la condición de la quietud, el segundo paso es plantear con claridad las opciones que parecen factibles para un partido como el PSOE: ser socialistas o ser socialdemócratas, es decir, ser un partido de izquierdas (centro-izquierda) o ser un partido de centro-derecha. La contradicción entre las siglas (de izquierdas) y las prácticas de gobierno que el PSOE ha mantenido en sus mayorías en el ejecutivo y legislativo (de centro-derecha) conduce necesariamente a la esquizofrenia. En función de esa definición, el tercer paso lógico sería cambiarse el nombre, llamarse, para empezar, Partido Socialista o Partido Social-demócrata, con los añadidos correspondientes, si se cree conveniente, a otras definiciones; si son federalistas o nacionalistas, si son republicanos o monárquicos, si son laicos o confesionales, etc.

Pero además de todo esto, lo que es ineludible, se redefinan como lo hagan, es que rompan el clientelismo interno y presenten listas abiertas; que, ante el abuso de la alternancia bipartidista, adquieran ante la ciudadanía el compromiso con una reforma de la Ley Electoral; que ante la corrupción, defiendan una Ley de Partidos Políticos limpia y transparente y, por último, que declaren la incompatibilidad ad vitam de sus cargos políticos para ocupar cualquier puesto de responsabilidad en empresas privadas relacionadas con el desempeño de dichos cargos.

Veremos si se atreven.