Hubo un tiempo, demasiado prolongado, en que las alineaciones del Real Madrid se hacían en los asadores y no en el banquillo. Existía una relación directa entre las esencias del club y las que churreteaban desde la plancha. El señorío consistía en lucir añadas de lamparones de grasa de todos los sitios que han estado a disposición de las comilonas del club sobre corbatas compradas en Serrano, como aquellos presuntuosos funcionarios franceses de segunda categoría con los que ironizaba Maupassant, que no salían a comprar la baguette sin ponerse en el pecho todas sus laureadas al mérito en la puntualidad. A eso es a lo que se refirió ese portugués que tiene secuestrada a la masa social, Mourinho, cuando dijo que en el restaurante De María se comía bien (fue demasiado generoso) y que allí, en las tenidas entre periodistas y acreditados garantes de la caballerosidad madridista, "se dicen cosas muy interesantes, pero yo no tengo por qué ir". Desde que murió Bernabéu, que como no le gustaba alternar con periodistas se fue a Santa Pola por no oler a barbacoa, el fútbol que se hablaba en el Madrid llevaba siempre una servilleta delante de la boca, porque se hipaba en el espacio que dejaban los eructos.

En el Asador Donostiarra, ejemplo, se celebraron numerosos encuentros de hermandad entre periodistas que al día siguiente salían a calentar al terreno de juego y entrenadores que les escribían los artículos. Conforme se acumulaban los chuletones entre el club y la prensa el club fue cogiendo kilos. En Cuba se le quejaban una vez de Fidel al pintor Ángel Haro: "Si será malo el de la barba, que ahí mismo cerró una discoteca y, como sabe que a los negros no nos gusta la verdura, puso un restaurante vegetariano". Si será malo Mourinho que ha puesto el club a régimen, ha acabado con la política madridista de compadreos carnívoros con la prensa y ha revelado el estado de salud que arrastraba el club, como aquella ligera hoja otoñal que le caía al jefe galo Abraracurcix sobre el hígado hinchado mientras hacía la siesta en El escudo arverno, haciéndole ver las estrellas.

Al Madrid vino un portugués que quiso acabar con esa situación en que lo que más influía en el club eran esas fotos de los famosos que hay colgadas de las paredes del Txistu (donde no sé si se hablarán de cosas menos interesantes que en De María, pero se cena mejor). Ahora que se creen a punto de ganar la guerra contra Mou, van preparándose para la restauración del Antiguo Régimen: han ordenado a todos los asadores de la capital que vayan echando la carne.