La decisión de trasladar el submarino Peral a las dependencias del Museo Naval de Cartagena levantándolo de su ubicación al aire libre, en plena ciudad, como un elemento emblemático, ha supuesto en muchos ciudadanos, no todos cartageneros, una desagradable iniciativa. Cartagena se identifica con este símbolo de su historia y se complacía de enseñarlo públicamente en uno de sus espacios ciudadanos. Es verdad y razonable que la pieza es lo suficientemente importante como para ser resguardada en una dependencia segura para cualquier deterioro posible; esa es la intención de su traslado al museo.

El submarino Peral desde su construcción y primera botadura en San Fernando allá por septiembre de 1888 ha tenido un devenir histórico con distintas fases en su aprecio oficial. Casi como le ocurrió en su tiempo a su inventor, el cartagenero Isaac Peral, incomprendido y maltratado por las instancias oficiales que le tocaron sufrir en su época.

La piel metálica de la hermosa pieza sumergible ideada y proyectada por Peral ha venido sufriendo, desde entonces, no pocas vejaciones. Historia es su desmantelamiento interior y la única conservación del casco; después pasó décadas almacenado en las dependencias de San Fernando. Cuando realicé el documental sobre su figura para la Expo 92 allá en el Arsenal me contaron que hasta sirvió de improvisado urinario.

Por fin el submarino volvió a Cartagena y con él se montó un monumento que era además fuente de agua, con un tono turístico impropio de su joyante naturaleza. Para la Exposición Universal viajó a Sevilla, con incidentes conocidos a la hora de abandonar la ciudad departamental. Más tarde se colocó de forma más digna en la ciudad hasta llegar este momento del traslado al museo.

Ante ese acontecimiento que daña la sensibilidad de Cartagena y disminuye la popularidad del gran invento se me ocurre pensar „a pesar de los momentos de crisis„ en solución utilizada con frecuencia para aquellas piezas que necesitan su exhibición pública y a su vez su conservación. Una copia, recreación del submarino para el exterior, sería posible guardando el original convenientemente. Así se hizo, por ejemplo, con la Dama de Elche o con el David de Miguel Ángel, con otros monumentos históricos. Con ello podría aprovecharse la ocasión para el gran monumento debido a Peral en Cartagena que aportaría gran atractivo turístico a la ciudad.

Para estas cosas, que tocan el corazón ciudadano, también es posible la hermosa fórmula de la subscripción pública. Estoy seguro que se llegaría a un buen puerto, tan definitivo como participativo.

Es una idea.