Es el color del cielo de mi pueblo y con más intensidad cuando son las Fiestas de La Virgen. Puede que salga el sol o que esté nublado, incluso que llueva pero Yecla permanecerá siempre bajo el manto azul de la Inmaculada, la Purísima Concepción, Patrona de la Muy Noble, Muy Leal y Fidelísima ciudad del Altiplano de la Región de Murcia. Hace frío y huele a pólvora. Hay mucho movimiento de gente que llega atraída por el interés turístico de estas fiestas pero sobre todo, yeclanos: los que allí viven y los que regresan desde donde estén con alma, corazón y vida rebosantes de añoranza, recuerdos y emociones. Año tras año, la Virgen atrae a todos, como la mejor madre que es, escuchando confidencias y oraciones.

Yecla vive el Adviento acompañando a su patrona bajo un cielo azul Purísima que acoge el fervor y cariño hacia la Madre de Dios y Madre nuestra. La fe se hace vida y la vida fiesta. Tradición y costumbres. Allí donde la gastronomía se transforma en cultura, la cultura se esculpe en arte y letras, artículos y poemas, historias de ayer y de hoy. La Voluntad (Azorín) de un pueblo que sigue creciendo, Con la muerte al hombro (Castillo Puche) sí, pero con una vida para pregonar a los cuatro vientos. Yecla ha sido inmortalizada por pintores de renombre como Muñoz Barberán, José María Falgas, Rico López, Miguel Palao, Felipe Nohales... y así Hécula, Yécora, Yecla se asoma al mundo desde sus páginas de historia, brindando con los vinos generosos de la tierra, alzando orgullosa su copa. La industria del mueble ha cruzado fronteras.

Yecla de ayer y de hoy, la del cielo azul Purísima, está de fiesta. Recorro virtualmente las calles de mi pueblo y saludo con cariño a familiares, vecinos y amigos. Siempre me impresiona el conglomerado arquitectónico de la Iglesia Vieja y la Basílica Arciprestal. De sus parajes, recuerdo en especial la Decarada, los Pinillos, las Teresas, la Rabosera, la Cañadilla y sobre todo El Lentiscar. El Arabí, con sus pinturas rupestres, merece mención aparte.

Sin querer remediarlo „como una yeclana más„ me quedo prendida y prendada de la Virgen. Parece que a lo lejos se oye el tran triqui tran de unos tambores. Me asomo al balcón de la memoria „hace ahora veinticinco años„ y veo al Mayordomo de la Bandera con una de sus hijas, la niña paje más guapa de mi tierra. Rosa, blanco y azul.

Cuando diciembre rebosa esperanza, quiero regalarle esta columna de semblanza yeclana.