A mí esta huelga me pone. Me pone de verdad, porque, sin lugar a dudas, esta huelga es totalmente distinta a todas las demás.

Desde que se aprobó la Constitución española en el 78, han sido varias las huelgas generales que hemos podido disfrutar. Pero como esta ninguna. Huelgas generales a Gobiernos de izquierdas, a Gobiernos de derechas, por motivos diferentes: contra reformas de sistema de pensiones, contra reformas del sistema laboral, contra reformas del subsidio del desempleo, etc. Pero como esta ninguna.

Si consultamos el diccionario de la Real Academia de la Lengua y se nos ocurre buscar la palabra coletazos, podemos ver en su tercera acepción cómo ´clava´ la definición de lo que es esta huelga general: última manifestación de una actividad próxima a extinguirse. Y ya tenía yo ganas, y sé que no soy el único que está deseando que el protagonismo de los acostumbrados convocantes se reduzca a su mínima expresión.

Esta afirmación no es gratuita, ni tan siquiera ideológicamente sesgada. Es un hecho demostrado que la actividad sindical al uso afecta negativamente a la economía. Los sindicatos, al preocuparse por lo que se preocupan, ralentizan el crecimiento económico. Y no me refiero exclusivamente al efecto que pueda tener sobre la economía mantener a un grupo de desocupados a los que se les paga mensual y religiosamente para hacer sus tournés a modo de estrellas de rock en gira. Apunto también a que intentar elevar los salarios de los trabajadores a cualquier coste y sin importar la rentabilidad de la empresa en que trabajan, limita la capacidad de contratación de otros nuevos, reduce la productividad de las empresas, situación en la cual el empresario se ve acuciado por el estancamiento en el largo plazo, obligado entonces a despedir más trabajadores para recuperar la rentabilidad de su empresa. Y además esos despidos, ese incremento del paro, es también fuente de mayores subsidios y, quién lo ignora, más y más impuestos.

En España se da un hecho muy característico en comparación a otros países de nuestro entorno. El papel de los sindicatos es monstruosamente importante en el funcionamiento del país, están metidos en todo y todo hay que negociarlo con ellos. Lo que no deja de ser chocante si lo comparamos con los datos (otra vez los datos estropeando la visión romántica de la izquierda), referidos esta vez a 2011: apenas el 10% de los trabajadores temporales está sindicado. La cifra se eleva hasta casi un 20% si hablamos de trabajadores indefinidos. Tenemos así que con las cifras, de las más bajas de sindicación de la UE, los sindicatos tienen un peso muy superior. Es como para pensar que el grueso de su actividad no está centrado en el trabajador (que algo de eso hay también) sino en medrar en las altas esferas del subsidio, la subvención y la mamandurria.

Es como la pescadilla que se muerde la cola, a mas subvenciones, mas cosas tienen que hacer para justificarlas, más follón dan, más perjudican a la economía, más impuestos nos cobran para darle más dinero a los sindicatos, más, más, más€ ¡La millonada que nos ahorraríamos si dejáramos de subvencionar las giras promocionales de los sindicalistas!

No digo que no tengan que existir, que no hayan desempeñado y puedan volver a desarrollar un papel positivo. Bien es cierto que para eso tendrían que abandonar su amado siglo XIX y modernizarse: cambiar el modelo sindical, en suma. Y ese nuevo modelo ha de pasar por que se afilie quien quiera, porque quiera, y se atenga a las consecuencias, es decir que se financie con sus propias cuotas y que desarrolle su labor en su tiempo libre, tarea que no consiste (como quizá fue en el siglo XIX) en montar pollos, ni huelgas, ni nada por el estilo, sino en desempeñar una tarea de mera intermediación que se ciña exclusivamente a reducir los tiempos y procesos de negociación entre el empresario y sus trabajadores, a nivel de empresa y ante casos concretos de conflicto.

Agonizan los planteamientos decimonónicos. Los sindicatos pegan sus últimos coletazos. Segunda huelga en menos de un año. Se avecina su fin. Adiós a otro lastre que dificulta el avance.