Moisés Naím ha compuesto unos cuantos libros sobre economía y política internacional. Lo último que le he leído al reputado analista ha sido el elogio de un trabajo del hombre del New York Times en Shanghai en torno al pringue de la familia del primer ministro, Wen Jiabao: «Barboza ha realizado uno de los trabajos mejor documentados y rigurosos que he leído sobre sobre la corrupción en altas esferas. Se basa en datos confirmados por múltiples fuentes, evidencias imposibles de refutar, complejos análisis financieros y un enorme esfuerzo de investigación... El buen periodismo vale y cuesta. La gran faena de Barboza no hubiese podido ser elaborado por un bloguero o por una organización periodística que se limita a ´agregar´ el contenido de otros. Las redes sociales tampoco. Su factura requirió de la organización de los recursos financieros y los altos estándares profesionales de la cabecera. Todo esto es muy costoso. Pero es lo que produce periodismo con valor social... La gran cibermuralla que el Gobierno de Pekín ha erigido para censurar los contenidos que viajan por internet tampoco pueden garantizar que los chinos no se enteren de las revelaciones. El Gobierno bloqueó la página en su idioma y en inglés, así como el acceso a través de motores de búsqueda y redes sociales».

La guinda a la reflexión la puso el autor rematando su artículo con un «estoy en twitter @moisesnaím» para que nadie se lleve a error. El primer día que llegó a aquel país una colega joven de esta tierra nuestra, que anda batiéndose en cobre por esos mundos, se encontró con una huelga de transporte. Se fue con cámara a la calle como hubiera hecho aquí y, en cuanto se puso a hacer encuestas, se echó la poli sobre ella, la conminó a no moverse y, al cabo de un rato, le dijeron que ya podía hacer las entrevistas en la cola que le habían preparado. Y cualquiera dice que, así, no.

Pero de este modo, sin consentir el más mínimo resquicio al que la voluntad de cada cual empuja y con una entrega productiva a prueba de bombas, es como más de un preboste reclama que nos veamos. A este paso, no queda tanto.