Conviene ofrecer, por real, otra perspectiva distinta a la que usualmente transmiten los medios de comunicación sobre las elecciones gallegas y vascas del pasado 21 de octubre. Y es que a la confusión de que las políticas de Rajoy han obtenido un respaldo en las urnas y que se ha producido una recomposición del voto nacionalista, como síntesis general, es sesgada cuando no incierta. Y esto por varios motivos. Difícilmente se puede entender que un partido obtiene un refrendo a sus políticas cuando en Galicia cae en un 17% de sus votos y 135.493 de los mismos respecto a hace cuatro años, y en el País Vasco reduce en casi 15 puntos sus apoyos, obteniendo 16.241 votos menos que en los últimos comicios. El PP en estas elecciones ha visto seriamente erosionada su posición electoral, producto de sus políticas recientes, más allá de que los artificios de la Ley Electoral le otorguen tres diputados más en Galicia y descienda tres escaños en el País Vasco al soportar, ahí si, el peso de dicha Ley para las formaciones de carácter minoritario.

Es necesario hacer una mención al PSOE, que en caída libre desciende 230.817 votos en Galicia y 107.173 en el País Vasco. Lectura también necesaria es decir que los dos partidos que modificaron la Constitución para anteponer el pago de la deuda al sostenimiento del Estado del Bienestar y que, aun de modo diferente, concretaron políticas de recortes, ven disminuidos sus apoyos en casi medio millón de votos en sólo dos Comunidades autónomas.

Particular perplejidad causa cómo se pretende esconder la fulgurante irrupción de IU y ANOVA en Galicia, que de tan sólo 16.000 votos de referencia anterior sobrepasa los 200.000 ahora. No encaja, el Bloque pierde 125.000 votos cuando IU y ANOVA incrementan 184.000. La clave no es nacionalista; la clave son los recortes.

Conclusión: no hay tal respaldo a Rajoy ni a sus políticas; hay un descenso porcentual de apoyos y en términos absolutos. El bipartidismo recortador pierde apoyo social y las contestaciones y movilizaciones de la sociedad civil concienciada lenta pero inexorablemente marcan una sustancial transformación del mapa electoral futuro de nuestro país. Porque si las encuestas de todo signo y condición apuntan a una caída de intención de voto al bipartidismo en torno al 30% en el conjunto del Estado y el PP, que en Galicia ofrece un 45% de los sufragios, todo hace indicar que en el resto del territorio nacional la caída de los apoyos de dicho partido „también del PSOE„ será aún más brusca.

Ni desaliento ni deslegitimación del conflicto social vigente. No queda otra que seguir en la senda de la contestación a los recortadores porque más pronto que tarde la factura de sus políticas será cobrada por la ciudadanía.