La izquierda intelectual ha alumbrado, sin saberlo, el más revolucionario concepto de lucha social: el kaleborreguismo, que se expresa por medio de la kale borrega. Naturalmente, semejante parto concita colas de padrinos y madrinas dispuestos a escenificar en la calle lo que desde sus púlpitos se proclaman como verdades inmutables. A saber:

El frentepopulismo es el estado político natural de los seres más elevados, altruistas y generosos con el dinero de los demás. Podrían ser simplemente republicanos, pero como todo el mundo sabe, la bandera rojigualda de la Primera República de 1873 es cosa muy fascista.

Ser republicano unitarista es todavía más fascista que enarbolar banderas rojigualdas. De hecho, reconocidos fascistas como Niceto Alcalá-Zamora y Alejandro Lerroux, presidentes de la República y del Consejo de Ministros de la misma respectivamente, decretaron el 6 de octubre de 1934 el estado de guerra en todo el territorio español ante la proclamación unilateral del Estado Catalán por parte de Lluis Companys (Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, domingo 7 de octubre de 1934). Por tanto, el éxtasis político sólo se alcanza con el federalismo, que gracias a recientes descubrimientos realizados por Rubalcaba, Isabel Coixet y los fiscales Mena y Villarejo es la negación del franquismo y en consecuencia, el nirvana.

Para gritar contra el franquismo y el ministro Wert es imprescindible un trapo con una hoz y un martillo. Como todo el mundo sabe, si el comunismo, esa fe de progreso, justicia, igualdad y armonía social a la que tantos intelectuales han glosado desde sus decadentes y opresoras democracias todavía no es hegemónico, es porque Franco puede mucho y es un abusón.

Las generaciones de españoles que se han formado en las escuelas y universidades en la posguerra y los primeros años de democracia son unos zoquetes. Ni punto de comparación con nuestros adolescentes y veinteañeros instruidos en clases de veinticinco alumnos, asistidos por toda suerte de aparatos y máquinas y atendidos por profesionales de la psique para paliar los traumas ocasionados al aprender cosas tan fascistas como la conquista de América o las Guerras Púnicas.

Obligar a otros a no trabajar, agredir e insultar, irrumpir por la fuerza en actos y obligar a cancelarlos es la esencia del pacifismo. Actitudes para ser un pacifista de primera: a partir de las cero horas del próximo día 14 de noviembre, fecha prevista para la celebración de una huelga política, insulta y agrede a ciudadanos que se encuentren en cualquier bar y obliga a cerrar el mismo; a primera hora de la mañana acude a las cocheras del transporte público a impedir a otros ciudadanos el ejercicio a la libre circulación; a mediodía insulta a las viejecitas que salen de la tienda, y por la tarde, cuando acabe la manifa, coge entre los dientes la tricolor mientras intentas gritar con los brazos extendidos y las palmas de las manos pintadas de blanco: ¡Estas son nuestras armas! En caso de huelgas estudiantiles cambia los escenarios previstos por cualquier colegio o universidad y el resultado será el mismo. Y recuerda que cuando miles de personas convergen a la misma hora en el mismo punto o pasean todas juntas por un mismo itinerario, a la misma velocidad y sin comunicación previa, son actos y manifestaciones espontáneas. Después, escribe un artículo en prensa llamándome imbécil, digo, convenciéndome de que eres un ser pacífico y espontáneo.

Los titulares de derechos y deberes no son las personas, es tu ideología. Por tanto, aunque tu vecino pague los mismos o más impuestos que tú, niégale el derecho a educar a sus hijos como quiera o en los centros que quiera con la misma financiación. Después, alquila una furgoneta con megafonía, y de manera espontánea, circula por el centro en hora punta pregonando los nombres de los premios Nobel de Medicina, Física y Economía salidos en los últimos cincuenta años de nuestras escuelas de mandarines.

Cuando hayas hecho esto, échale la culpa de todo a los banqueros, aunque todas las entidades que han sido rescatadas con dinero público fueran Cajas de Ahorro gobernadas por políticos de todos los signos y partidos y sindicalistas. Después pide una subvención, y al fin, descansa. Porque tienes derecho y te lo mereces.