A Mary S. Vasquez, con mi agradecimiento

Cuando termina de editarse una revista literaria, terminan también con ella rutas de cultura. Y si esa revista, además, es Letras Peninsulares se cierran puertas de rigor científico, aunque queden para siempre en letra impresa depósitos rigurosos de investigación.

Ya la echamos de menos en la república literaria por sus trabajos rigurosos y didácticos editados por la dedicación de su directora, Mary S. Vasquez, en el entendimiento de que en su trabajo ha dado cauce a la necesidad de una multiplicidad de voces, en ocasiones sobre un mismo tema, para llegar a acuerdos científicos, es por eso que se publicaron monográficos de un enorme interés. Yo tuve la fortuna de coordinar varios de temas diversos: el mito Francisco Rabal (para el que conté, entre otras colaboraciones, con Asunción Balaguer); el poeta Rafael Alberti (con un trabajo de Aitana Alberti y dibujos del poeta-pintor), y otros volúmenes dedicados a la literatura infantil o a los poetas malditos, este último con un recuerdo muy especial para Eliodoro Puche.

Conocí en Mary S. Vasquez en Lexington, en casa de Brian J. Dendle, el hispanista y estudioso reconocido mundialmente por sus investigaciones sobre Galdós. Era una reunión de unos cincuenta amigos que iniciábamos un congreso en la Universidad de Kentucky. No me presentó nadie; me acerqué y le dije: «Mary, usted está haciendo un trabajo por la literatura y la cultura española excepcional. Felicidades por ello». Después de darme las gracias charlamos durante mucho tiempo y quedamos en vernos y en escribirnos.

Años más tarde nos encontramos no sólo en Kentucky, y en casa de Verónica y Shelby Thacker, sino en otros congresos, como el que dirige nuestro amigo Peter Broad, en la Universidad de Indiana (Pennsylvania) y en varios de los de ALDEEU. He estado con ella en múltiples ocasiones, tanto en España como en Estados Unidos, y hasta en su Universidad de Davidson (Carolina del Norte) y en su propia casa, con los suyos, porque nosotros ahora nos consideramos como familia.

En ese tiempo y desde hace unos veinticinco años hemos ido conformando un grupo de gente amiga muy variada y de universidades de diversos países como Canadá, Reino Unido o Cuba, pero sobre todo de Estados Unidos, algunos de ellos españoles de la diáspora producida por la dictadura franquista. Nombres tan conocidos entre el profesorado universitario, sumando los ya nombrados anteriormente, como Gerardo Piña, Anthony Percival, Tina Pereda, Elizabeth Espadas, John Gilabert, Salvador García Castañeda, Alicia y Ricardo Viñalet, Ana María Spitzmesser, José Escobar, Nigel Denis, Juan Jiménez, o los inolvidables Odón Betanzos y Teresa Valdivieso. Y siempre Mary ha sido un referente para todos nosotros en lo que tiene de relación afectiva y también con la literatura española en general y, en particular, la producida por los intelectuales republicanos, las voces de la Guerra Civil y los escritores del exilio.

Letras Peninsulares ha dejado de publicarse, ojalá que sea temporalmente, por las circunstancias económicas que hacen que la cultura y la investigación, aun formando parte de los anhelos humanos, no son material indispensable para las políticas institucionales educativas. Pero ese esfuerzo, el de Mary S. Vasquez, queda en sus publicaciones como un archivo de lo más destacado de la crítica y el análisis de la literatura reciente, de la más viva, la respetada y respetable escrita en lengua castellana. Y no sólo la literatura, sino el cine o el teatro y, en general, todas las bellas artes que entraron en Letras Peninsulares de la mano intertextual de su directora y de los autores que con ella han colaborado.

Me cabe el honor de haber sentido ese respeto y ese cariño hacia una de las revistas de excelencia que en el mundo existen y que han visto en letra impresa los más lúcidos contenidos del hispanismo literario. Gracias, Mary.