Vuelvo a Murcia en coche. Hace calor, pero esta tarde el cielo está cubierto por nubes amenazadoras que, justo cuando llego a la ciudad, descargan una fuerte tormenta que refresca a los fieles que han acudido a recibir a la virgen de la Fuensanta, a la que bajan, una vez más, del monte, supongo que para que disfrute de las fiestas. Se ve que la virgen estaba harta del sofocante calor que no ha dejado de torturar a los murcianos durante un verano que aquí empezó a mediados de mayo y que, en cuanto a temperatura, no ha dado cuartel. Todo un detalle por su parte, la lluvia, digo, aunque desluzca los fuegos artificiales que marcan el inicio de las fiestas septembrinas.

Durante el trayecto, llevaba conectada la radio con una emisora de noticias que, evidentemente, no es RNE; tras la fumigación de los profesionales que habían conseguido para sus emisoras altas cotas de credibilidad y su sustitución por comisarios políticos del PP, las informaciones que propalan no son fiables, lo mismo que las de TVE de la que, tras ocho años sin Urdacis, también me he despedido, quizás, dada mi edad, definitivamente. En la radio he oído a nuestro presidente del Gobierno y, como suele ocurrirme con él, no he conseguido enterarme bien de lo que decía. ¿Habrá segundo rescate? Si lo hay, ¿de qué cantidad hablamos? ¿Habrá nuevos recortes, incrementos del IVA y de otros impuestos? ¿Afectarán estos, por una vez, a los que, siendo ellos ahora más ricos, nos acusan a los demás de haber vivido por encima de nuestras posibilidades? El hombre se ha enfadado ante la sugerencia de que, esta vez, su ambigüedad se deba a que en Galicia y País Vasco hay elecciones enseguida. «Es una infamia», ha enfatizado, olvidando que no publicó los presupuestos del Estado de este año, pese al cabreo de nuestra jefa, frau Merkel, y de su prima de riesgo, hasta que Arenas se quedó sin Andalucía. Luego ha derramado unas cuantas lágrimas de cocodrilo por su total traición al programa con el que ganó: «A mí me duele más que a ustedes», ha venido a decir, «pero no quedaba otra si queríamos salir de esta». Lo malo es que es dudoso que esto nos saque de pobres: cada vez más expertos afirman que este camino, que recorren, con grandes sufrimientos, los griegos hace años, conduce a la totalidad de la UE a una depresión como la del 29. Alemania está, ya, de hecho, cerca de la recesión.

Rajoy no nació ayer. Este amante de los buenos puros ya era mayorcito cuando, en 1983 y 1984, compaginaba su actividad política con la de pensador. En un artículo de Faro de Vigo, ´Igualdad humana y modelos de sociedad´, decía estas cosas: «Ya en épocas remotas se afirmaba que la estirpe determina al hombre (€) Era un hecho que los hijos de ´buena estirpe´ superaban a los demás. La ciencia lo confirmó: desde las ´Leyes´ de Mendel nadie pone en tela de juicio que el hombre es desigual desde la fecundación.(...) El hombre nace predestinado para lo que será; el código genético nos transmite nuestras condiciones físicas -salud, color de los ojos, pelo-y psíquicas -inteligencia, predisposición para el arte, el estudio o los negocios. (Por ello) todos los modelos (€) que predican la igualdad de riquezas (€) son contrarios a la esencia misma del hombre, a su ser peculiar, a su afán de superación y progreso y aunque se llamen a sí mismos ´modelos progresistas´ constituyen un claro atentado al progreso».

En otro artículo, de título aún más significativo, ´La envidia igualitaria´, comentando un libro de uno de los ministros franquistas más ultras, Gonzalo Fernández de la Mora, incluye perlas como estas: «Se equivocan quienes sostienen que todos los hombres son iguales y tratan de suprimir las desigualdades: El hombre es desigual biológicamente (y) socialmente. No es posible la igualdad (en) poder político ni (en) autoridad ni (en) lo económico. (...) La experiencia ha demostrado de modo irrefragable (sic) que la gestión estatal es menos eficaz que la privada. (€) La mayor parte del gasto público no crea capital social sino que se destina al consumo. ¿Por qué arrebatar con una fiscalidad creciente a la inversión privada fracciones cada vez mayores de sus ahorros? ¿Por qué se insiste en aproximar los salarios? (€) Para que nadie gane más que otro y, de este modo, satisfacer la envidia igualitaria».

Leyendo esto, está claro que Rajoy, con mucha coherencia, ha aprovechado la oportunidad que la ´crisis´ le ha dado para, devenido en recortador en serie, poner en práctica sus ideas, inoculando a la sociedad elevadas dosis de «envidia igualitaria».