Llevo bastante tiempo meditando sobre la publicación de este artículo. De hecho, el año pasado y en este mismo diario, ya me atreví a dar unas pequeñas pinceladas sobre el tema. Pero tras la noticia del 15 de agosto, donde Mario Conde afirmaba su candidatura para presidir el partido Sociedad Civil y Democracia, he sentido la necesidad de coger nuevamente la pluma para explicarles con detalle por qué Mario es el conde que necesita España. En primer lugar, porque encabezaría un partido diferente a todo lo que conocemos hoy día, un partido que no está, ni ha estado en el sistema, que además no es ni de izquierdas ni de derechas y sobre todo que busca aquellas normas y aquellos cambios que la mayoría demandamos y necesitamos. Entre ellos: abrir un proceso constituyente; eliminar el Senado; quitar las subvenciones a partidos políticos, sindicatos y patronal; reformar la ley electoral; modificar el sistema actual de las autonomías; exigir a Europa que nos financie a coste cero o replantearnos nuestra continuidad en el euro; recuperar los valores y nuestra identidad como pueblo, rescatar al hombre, al humanismo cristiano, etc. En segundo lugar, porque encarna el ideal perfecto para ello: gallego pero no nacionalista; amigo de los Borbones aunque no monárquico; conocedor de la problemática española y escarmentado en ella; amante del saber, religioso y educado en valores; elocuente, cercano y humilde, además de gran analista político y magnifico orador. En tercer lugar, Mario es el conde que necesita España porque es un hombre que no vive de la política, ni necesita de ella para vivir, porque ha pretendido modificar el sistema desde fuera pero se ha visto obligado a intentarlo desde dentro para que el cambio sea efectivo, porque lo he visto con mis propios ojos cabizbajo y apenado por su país, porque le duele, como a pocos, el resquebrajamiento actual. En cuarto y último lugar, porque debemos dejar crecer, de una vez por todas, a aquel que en su día vio cortado su camino, porque se merece la oportunidad de retomar lo que buscaba sin otra pretensión que hacernos progresar como nación, porque sus últimos días se merecen ser de gloria. Pero estuvo en la cárcel, sostienen algunos para desprestigiarlo. Afirmativo, como en su día lo estuvieron Gandhi, Cervantes, Oscar Wilde, Nelson Mandela y otros muchos que seguro conocen. ¿Dónde está el problema entonces, si la pena ya está cumplida? Que cada uno busque en su interior y hallará la solución.