No quieren estridencias que puedan dañar la delicadeza cenicienta de un ser lánguido. La luz veraniega por mandato del gurú fetiche debe limitarse a una sobriedad fingida enlutada de complejos, perdones y ardides similares. Nadie osará pinchar la burbuja de fantasía —pompa hipócrita— en la cual se han instalado. Nadie de dentro, por supuesto. Ya vendrán desde fuera los cuervos con sus afilados picos a desbrozarnos la filigrana. Todo fetén.

Al hombre de gris los suyos lo resguardan de la tormenta, del enfrentamiento, de la vicisitud azarosa natural a cualquier trasiego. Pavorosos, dirigen su mirada a un cielo poblado de nubarrones que regurgita truenos mientras comprueban, histéricos, la dureza de su estatua de sal. Un destino seco, alejado de las humedades marítimas es el propicio. Buscan tierra firme, sin lodos. Un secano agrietado por la sequía muy distante del verdor peregrino.

¿Dónde intentarán refugiarlo cuando el agua anegue los campos transformados en paisaje de breña y las zarzas se aprieten unas con otras? ¿Quién sacará del barrizal las reses cadavéricas atrapadas en los valles? Para entonces el hombre cristalino se habrá disuelto en esta extraña cellisca de verano. No habrá mausoleo, ni despedida, sólo un recuerdo fantasmagórico de una sombra difuminada. Vendrán, con toda certeza, otras hasta cubrir el vacío de quien, recluido en un refugio, vio consumir los últimos minutos de su existencia sin exoneración posible.

«¿Adónde van a parar los recuerdos baladís?» me pregunta mi alter ego. «A una trastienda oscura en la que los retazos de toda una vida se apilan en cajas con etiquetas diferentes», le respondo yo. Las de mayor tamaño están abajo y las pequeñas rozan el techo telarañoso. El polvo cubre los nombres rotulados. Así es el olvido, serrín de tiempo esparcido entre recuerdos. Me cuestiono si la riada se llevará también toda esta habitación o por el contario resistirán los goznes de la puerta. Y como éstos los de tantas otras habitaciones. Alcanzo a imaginar miles de cajas dando volteretas con el rugido de fondo y las puertas reventadas. Tras la borrasca llegará la calma, la perspectiva solitaria de una tierra yerma. Intentarán olvidar lo sucedido. Será fácil sin las cajas de los recuerdos. Nada tendrá ya la misma forma y los seguidores del gurú pensarán si la adoración sin límites de un amuleto de sal con forma de hombre gris fue verídica o simplemente un lapso en la memoria baldía.