Qué lejana queda aquella belleza eterna e idealizada de la que hablaba Platón. Pero, ¿es que hay algo eterno hoy? Enciendes la televisión y ves una mujer hermosa, de pelo ondeado por el viento y un escultural físico que desafía los cánones que los griegos establecieron hace ya tres milenios. ¿Qué puede ser? Por supuesto no es un programa cultural. Aunque sí que podría tratarse de un anuncio de compresas, de automóviles, de cereales, de ropa interior (o exterior), de dentífrico o de un paquete vacacional. De una película de acción, de una pasarela de moda, los resultados de las loterías, de la sección de deportes del informativo o de una nueva faja para perder peso. Cualquier producto o contenido son susceptibles de ser presentados con la imagen de la exuberante mujer florero que todos hemos visto en televisión, pero que nadie conoce en persona. En definitiva: nos ´venden´ un canon de belleza exagerado e irrealizable que consigue que la mujer más bella llegue a deprimirse. «Nunca podré ser así de perfecta», es el mensaje que anida en su también hermosa cabeza.

Conozco muchos casos. Seguro que usted también. Y ese mensaje es machacón y reiterativo, horada el pensamiento como la gota de agua de la tortura china. Por eso pienso: ¿qué queremos ser, felices o guapos? Por supuesto lo primero, aunque, según nos quieren hacer ver, para alcanzar la tan ansiada felicidad, hay que ser bellos. Así que nos ofrecen gimnasios, productos de belleza, cremas bronceadoras, máquinas milagrosas, pastillas mágicas, dietas súperefectivas€ Alimentos hipocalóricos, bebidas con 0% de grasa, alimentos naturales, panes integrales, leches de soja. Hasta calzados que adelgazan con sólo usarlos. Todo lo que nos llega es la panacea. Y tras esta venta de felicidad viene algo más triste y desolador: decepción y depresión. Porque todas las soluciones milagreras suelen acabar en frustraciones. Y en el peor de los casos en crisis de personalidad, desórdenes alimenticios, bulimia, vigorexia, tanorexia (adicción al bronceado) o anorexia.

El culto por el cuerpo, que tan bien se encargan algunas empresas de extender, también llega a los hombres. Nadie está a salvo. Sólo hay que ver quiénes son los ídolos en este país: modelos, futbolistas (cuyo cuerpo es admirable aunque carezcan del graduado escolar), cantantes de estética vanguardista y actores (que suelen ser muy atractivos, están debidamente operados quirúrgicamente y también puede que carezcan de estudios medios) o tertulianos de televisión que sólo saben hablar de sus ligues o de sus exligues. Resumiendo: hay que ser hermoso para ser feliz. Pero para ser hermoso hay que ser muy delgado, vestir tal o cual ropa, usar la colonia que anuncia Fulanita y teñirse el pelo con el tinte que usa Menganita. Y para ser un bello esqueleto, vestir esa falda exclusiva de alta costura y usar la cremita que acabas de ver en el escaparate tienes que hacer un sencillo gesto: pasar por caja. Danos tu dinero y serás hermoso, prometen ellos. Ah, ahora entiendo todo.

Dijo algún entendido en novela policial que para hallar al autor de un crimen se debía seguir el rastro del dinero o de semen. Aquí no estamos hablando de sexo, ya me entienden.