A hacer los deberes, tarea que desde nuestra más tierna infancia se suele hacer cuesta arriba y difícil de acabar con pulcritud. Bueno, siempre están los que llegan a todo y los que por diversas causas no dan pie con bola. No me refiero a ellos sino a los del término medio, gente corriente, quizá como usted y como yo. En plena temporada de vacaciones puede parecer fuera de lugar tratar de aplicarnos, pero no. Inmersos en las consecuencias de una crisis mal anunciada y enunciada, los recortes y las subidas de impuestos nos están poniendo unos deberes que sinceramente no sé si seremos capaces de hacer sin la esperanza de que realmente sean corregidos, más bien que sirvan para corregir algo.

Me viene a la memoria la travesura de uno de mis hijos cuando era pequeño. A la vuelta al colegio su cuaderno de verano se había extraviado. Tranquilamente me dijo: «No te preocupes mamá, si no los corrigen€». Al verano siguiente, encontramos ´el objeto perdido´ bajo el colchón de su cama. Aprender de los niños ayuda a tratar de simplificar lo más enrevesado, eso sí actuando como personas responsables de nuestros actos. La situación es complicada y en muchos casos límite. ¿Quién no está viviendo el drama del paro en su familia? Muchos han sufrido injustamente las consecuencias de la mala gestión, despilfarro y abuso de otros tantos. Se ha tirado la casa por la ventana y prácticamente estamos en la calle. Lo que antes era casi normal, ahora como poco es imposible. Más que cortar por lo sano, habría que cortar lo podrido y lo inútil. Demasiados cargos que son una carga insostenible.

Cumplir con nuestro deber es tarea de todos. Hacer lo que hay que hacer sin componendas. Son tiempos muy difíciles que requieren gran sentido común, esfuerzo, sacrificio, exigencia y buen ánimo. Serenidad para afrontar lo que haya que afrontar sin enfrentamientos que desgastan y hacen perder tiempo y dinero. Nada de volver a edificar sin una base sólida. Todos al tajo sí pero como siempre que no paguen justos por pecadores. Exigir responsabilidades y ayudar a quiénes más lo necesitan. No hace falta ser un fuera de serie para darse cuenta de cómo está el percal. Nada es lo que era y las cosas parecen ir de mal en peor. De un modo u otro todos tenemos que aportar nuestro granito de arena. Cada uno sabe lo que tiene que hacer. De ahí la necesidad imperiosa de cumplir con nuestro deber.

Esperar en tiempos mejores nos ayudará a realizarlos hasta con pulcritud.