La pretensión del ministro de Justicia, Ruiz-Gallardón, de acabar con la dedicación exclusiva de los miembros del Consejo del Poder Judicial, cuaje o no, lo que yo dudo, pues es demasiado el poder de los jueces y su ascendencia sobre la derecha, de la que forman parte mayoritariamente, se presta a consideraciones importantes que afectan a tantos puestos políticos, también llamados eufemísticamente de dedicación exclusiva. «Conservar por conservar es una frustación», ha dicho el ministro, por tanto tan conservador él.

Y es que es muy humano que tengamos en la vida una actitud conservadora cuando nuestra situación social es ventajosa respecto a la mayoría de nuestros conciudadanos. No olvidemos que los sueldos de los componentes de este tribunal son de los más altos del Estado y sólo el presidente lo percibiría si se impusiera la pretensión de Ruiz-Gallardón. El resto será remunerado con dietas. El fracaso de que yo oso anunciar de esta pretensión del ministro de Justicia nos permitirá ver claramente el predominio de la judicatura sobre cualquier otro de los poderes del Estado. «Nada me parece justo en siendo contra mi gusto», nos dijo Calderón de a Barca.

Cuando Mariano Rajoy nos anuncia la disminución en un 30% del número de concejales en Ayuntamientos, Miguel Ángel Cámara y todos los alcaldes del PP aplauden inmediatamente la decisión. Bien está, pero no es el número de ellos el problema sino los emolumentos que perciben y continuarán percibiendo los que queden, ue serán —¡oh casualidad!— los que tienen pingües nóminas. Y es que hay que decirle a don Mariano que no es el número lo que sobra, sino lo que este número cuesta al erario público.

Estoy convencido de la honradez de la gran mayoría de nuestros políticos y hasta me atrevo a pensar, no sé si debido a mi ingenuidad, que es su deseo de servir a la comunidad lo que les ha empujado a la aceptación de los puestos que ocupan, quizás porque estoy anclado en los comienzos de la Transición, cuando había dificultades para que los distintos partidos políticos completaran sus listas electorales y sólo los más atrevidos osaron ir en ellas.

En consecuencia, los políticos elegidos saben por experiencia que los quehaceres de sus cargos no les ocupa todo su tiempo y que, por tanto, especialmente a aquellos que se sientan tanto en el Senado de la nación como en la Asamblea Regional pueden perfectamente compaginar con sus quehaceres privados u otros cargos, y no hablo sin experiencia.

Independientemente de que una gran mayoría de esos cargos no tienen su razón de ser. ¿Qué justifica ese lujo de senadores; en qué emplean su tiempo aparte del ir y venir? Si son sinceros, confesarán que se aburren como antes otros nos aburrimos y nos preguntamos, hoy como ayer, qué función realiza el Senado. Porque, además, en las primeras legislaturas los elegidos teníamos otras responsabilidades políticas como, por ejemplo, consejerías a nuestro cargo y, lógico, aún cuando sea la lógica de José Múgica, presidente de Uruguay, que renuncia, a su sueldo, pues viven con el de su mujer, senadora.

Como estamos en periodo de exigir a nuestros conciudadanos sacrificios, seamos sinceros y reconozcamos que a nivel de Ayuntamientos, Comunidad Autónoma y Senado, podría economizarse más de un 50% de nóminas de políticos.

Pueblos relativamente pequeños que yo podría enumerar, donde además del alcalde haya hasta cinco concejales en nómina que, compatibilizan su cargo político con dedicación plana a sus tareas profesionales. Veterinarios, agricultores. ganaderos que, afortunadamente para ellos sus quehaceres particulares les permite rendimientos económicos interesantes. Pueblos que anteriormente tuvieron alcaldes, la mayoría socialistas y que no dejaron sus trabajos profesionales, de los que vivían, precisamente para aligerar las nóminas municipales. Calasparra, Fuente Álamo, Puerto Lumbreras, Alhama, Alcantarilla, Ricote, Águilas y otros muchos que podemos incluir en la lista.

Y no digamos el número de asesores bien retribuidos que es de escándalo. Amén de los numerosísimos gastos que todos estos cargos originan.

Hablaba hace unas semanas de Tabaré Vázquez y Pepe Múgica, presidentes sucesivos de Uruguay y comprendo que no se puede pedir a nuestros políticos el ´voto de pobreza´ en que viven los miembros de algunas órdenes religiosas, pero sí acercarse en sus retribuciones al esfuerzo que pedimos a nuestros conciudadanos, empezando por suprimir aquellos puestos de difícil justificación por sus escasas obligaciones y remunerados espléndidamente esperando no oír de la boca de nadie que hablamos de ´miserias´, como se atrevió a decir el tristemente famoso Carlos Dívar, el colmo del cinismo, refiriéndose a los suntuosos gastos de sus frecuentes y largos fines de semana. «Pero los parados ¡que se jodan!», que dice esa mal educada castellonense, Andrea Fabra, desde las tribunas del Congreso. No se ocurre decir nada más que de tal palo tal astilla.