La Biblia y la Odisea son, probablemente, los textos fundacionales canónicos de nuestra cultura occidental. Son los intentos más hondos de buscar el sentido de nuestra existencia, el ejemplo que guíe nuestro modo de obrar, las claves de nuestros sentimientos y la explicación de los resortes de nuestro pensar y sentir. En cierto modo toda la literatura es un intento de reescribir los mitos y reutilizar las metáforas que se encuentran en esas dos obras magnas. En ocasiones, la lejanía de la obra literaria es la del planeta con relación al sol en torno al cual orbita. En otros casos se ha buscado la cercanía en forma de reescritura directa que se acoge al propio nombre de la obra canónica que la inspira. El Ulises de James Joyce, por ejemplo, toma el título del nombre del protagonista de la Odisea, y el desarrollo sigue a grandes rasgos la estructura del modelo que la inspira. Ese intento de ser original y, al mismo tiempo, invocar directamente el canon griego revela ambición y valentía literarias. Exige, por otra parte, estar a la altura del reto asumido so pena de caer en una vulgar copia más o menos desleída.

Esta es la valiente apuesta del libro que comento y que, a mi juicio, está a la altura del reto. Nuria Barrios pretende colarse por un resquicio que dejó el autor de la Odisea al que invoca nada menos que con un desafiante «¡escucha Homero!». Ese resquicio es el mero esbozo de la figura de Penélope, la esposa de Ulises. La que pacientemente espera durante veinte años, tejiendo y destejiendo el sudario que la salva de la muerte de su amado. En Nostalgia de Odiseo habla Penélope, simple arquetipo en la epopeya homérica, que aquí se nos abre en mil metáforas que toman el hilo conductor que nutre el telar y se anuda y dibuja imágenes, y recorre el laberinto de los sentimientos de la esposa. Poesía de la espera, del hilo de la vida, del nudo que nos une al amado y al mundo. Intento de descifrar el arcano de la existencia en el tejido de la vida.

La espera, la búsqueda, la identidad, la quietud, el silencio, la noche, la tierra, la esperanza se tejen y se destejen, se ligan, forman el cañamazo inescrutable de la existencia. Ítaca, el lugar de la espera, el lugar del retorno, el hogar que vela y que da sentido a la existencia de Penélope es también lo que mantiene vivo a Ulises, el aventurero. Ulises lucha y busca las aventuras que lo entretienen, Penélope solo piensa y espera. La acción y la contemplación. Es difícil no perderse en la aventura, pero más difícil es no enloquecer en el pensamiento. Penélope es la certeza de lo que uno espera, al tiempo que no se sabe si lo que se espera llegará. La voluntad de que lo que se espera llegue porque ella quiere que llegue. Alberga simultáneamente la contradicción de la certeza y la duda, el amor y el odio, la soledad y la multitud. Penélope es la apuesta vital a una sola carta. Veinte años, toda una vida. La espera de Penélope es también la metáfora de la vida, de la permanencia y el cambio. La fidelidad a lo que se es y a lo que se espera, y la infidelidad de lo que nunca permanece, ni el amor ni la espera, ni la amante, ni el amado.

El libro de Nuria Barrios, Nostalgia de Odiseo, nos lleva finalmente hasta la llegada, la plegaria atendida, el encuentro, el milagro, la plenitud. Odiseo ha llegado ¿para quedarse? ¿Es que hay algo que permanezca?

Nostalgia de Odiseo. Nuria Barrios. Fundación José Manuel Lara. Vandalia. Sevilla, 2012. 167 pág.