Tenía ganas de escribir hoy sobre el juicio a Garzón, sobre el debate judicial abierto de la actitud del juez para poner a cada uno en su sitio de aquel genocidio infame y para enterrar a los muertos por aquella guerra cruenta, y la posterior masacre, ya en aquella paz de miedo y dictadura, que provocó aquel golpe de Estado fascista, y que parece que no anda claro entre algunos jueces y diputados de derechas sobre todo para establecer la dignidad a los asesinados republicanos. Y es que a la memoria histórica se le quiere anestesiar y para siempre. Ya la Ley de Amnistía era de una vulgaridad y una hipocresía absoluta, porque todos no eran iguales en la restauración democrática: no son iguales los asesinos que los asesinados, no los represores que los represaliados. Fueron cuarenta años de exterminio de las ideas, de persecución sin límites, de un duro régimen contra los que amaban la libertad y dieron su vida por ello. No cabe la reconciliación de las ideas ni la de la los que dieron el golpe con los que lo sufrieron si no es reconociendo que aquel Estado fascista era una dictadura militar que hay que condenar radicalmente y que debemos enterar a los asesinados en los campos y cunetas de la República con el orgullo de un Estado de derecho y de justicia.

Luego pensé en dar un tratamiento a los primeros actos del flamante ministro de Justicia, el cara de niño bueno de Gallardón. Vaya con Gallardón. Y es que son todos iguales. Un día la vicepresidenta del Gobierno trae en la cartera del miedo sus reformas sobre retrocesos en este país, que trataba de ponerse a la altura de los más justos del mundo, y ella anuncia que va a producirse un cambio en relación con la elección de la mayoría de los miembros del Consejo General del poder Judicial, y que se elegirán por los jueces. Al día siguiente el ministro anuncia la anulación del Estado, concebido como la soberanía popular que reside en el pueblo a través del parlamento (Congreso y Senado) determinando que el Consejo General del Poder Judicial será elegido por las asociaciones judiciales. Esta noticia me llena de pánico y amargura. Va del todo contra la expresión del Estado el que se hurte al Congreso la democrática decisión de elegir ese poder, el judicial que es independiente tanto personal como colegiadamente, porque los jueces elegidos así quedarán al margen del poder que emana de la representación popular, aunque cada uno de los poderes tenga sus propias atribuciones. Esta decisión es, se mire como se mire, reaccionaria.

Mientras tanto, seguiré insumiso a las retrógradas acciones de este Gobierno de derechas tanto en lo que atañe a la Justicia como contra los derechos de las mujeres (aborto), de los funcionarios (recortes), subidas impositivas a los trabajadores… Todo enmarcado en el programa de ese personaje tan oculto como demagogo y embustero llamado Rajoy. Y me dije: por qué no cuentas que has estado en la Escuela Equipo que hay en el Barrio del Progreso de Murcia, y dices que has visto a unos niños con sus profesores sembrando patatas, y que has entrado en el centro y lo que has aprendido oyendo a sus profesores. En una conversación con alguno de ellos he podido constatar que no hay quiebra de esta crisis ni desarrollo humano verdadero sin cultura, sin educación. Por eso hemos hablado de la buena educación. Pero, ay, los recortes que las Comunidades autónomas están introduciendo son de espanto.

Y así, recuerdo lo que del PIB utilizan países como Finlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca u Holanda, por poner algún ejemplo tan sólo de esta vieja Europa, en educación. Por eso en los informes Pisa salen tan bien parados los alumnos de países así, mientras que España siempre va mal, y no digamos la Región de Murcia, siempre en el furgón de cola, a pesar de los esfuerzos de nuestros centros públicos. Un día les contaré lo que los Gobiernos hacen en esos países y lo que aquí no se hace, porque eso ya es otra cosa, y no tengo espacio para decir sino que me siento espantado tal día como hoy, entre las noticias del Gobierno y sus claras intenciones de acabar con los logros de tantos años de justicia y de intento progresivo de los servicios públicos que, como la educación, son tan necesarios. Pero debo cerrar mi espacio con ese temor que en tan poco tiempo nos ha vuelto a traer la derecha de siempre.