Las razones por las que Zapatero dedicó uno de sus últimos Consejos de Ministros a indultar a un banquero son las mismas por las que reformó la Constitución a espaldas de Rubalcaba (y en complicidad con Rajoy) y las mismas también por las que congeló las pensiones y le hizo la campaña electoral al PP. Razones de peso, de peso pluma, queremos decir. Ahora bien, no se le puede negar que desde su cambio de identidad, producido de un día para otro en mayo de 2010, ha demostrado una coherencia enorme. Dentro de un año trabajará para Botín, quizá para Murdoch, y desayunará con Aznar, a quien parece haber descubierto también en esta nueva etapa de su vida. Cada vez que se acuerda de sus visitas a Rodiezmo, le da la risa floja.

Aquel «cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste» con el que anunció la mutación fue en realidad un «sentaré la cabeza». Parece que por fin, después de ingenuidades sin cuento, ha comprendido quién manda y dónde debe hacer sus nuevas amistades. En estos momentos, y mientras no se produzca el congreso del PSOE, es un topo, un infiltrado, y esto deben saberlo Rubalcaba y Cía., que todavía dicen que entre lo que le convenía a su partido y lo que le convenía a España, eligió lo que le convenía a España. No es cierto, eligió lo que le convenía a la España a la que se acaba de apuntar y que desde muchos puntos de vista, no lo negamos, es un chollo. Hay gente que cuando cambia de identidad se deja la anterior debajo de la nueva, al modo de una camiseta de tirantes. De ese modo, la camiseta actúa a modo de conciencia, añadiendo un punto de acidez a la identidad nueva. Es un modo de no disfrutar del todo con lo que uno ha conquistado.

Pero hay gente que cuando cambia de identidad cambia de identidad, gente que no conserva de la anterior ni el cepillo de dientes. Tal parece el caso de Zapatero, porque es que hay que tener una personalidad muy fuerte para perpetrar sarcasmos como el del indulto mencionado en las primeras líneas de este texto. Sus ex admiradores (yo mismo) no dan crédito, no damos crédito a esta metamorfosis espectacular. Lo raro es que Iker Jiménez no se haya ocupado todavía del asunto.