Es cierto que nuestro proceder en la vida, nuestra manera de conducirnos en ella, en la mayoría de los casos, es un reflejo de nuestros padres. De su comportamiento que nos sirvió de ejemplo, de sus desvelos por nosotros que nos transmitió seguridad. Es cierto, sí, que al final nuestros padres, su modelo, es lo que nos hace las personas que de adultos somos. Pero no es menos cierto que a lo largo de nuestra vida los profesores que hemos tenido en el colegio, en el instituto, en la Universidad más tarde, nos han ido transmitiendo unos valores que colaboraron de manera decisiva en la forja de nuestro carácter.

Estos elementos unidos, padres y educadores, es lo que permite que nos formemos. El problema surge cuando los educadores pierden protagonismo en la vida de los niños, de los adolescentes, porque, en parte, la sociedad lo ha permitido. Una sociedad que ha engendrado unos padres que no saben decir que no a sus hijos, que nunca les dijeron que no. No a una excursión, por ejemplo, si se entiende que no han hecho méritos para ello. No a salir si su comportamiento, escolar y familiar, no ha sido el adecuado. No, no, no. Y sí al reconocimiento a los profesores. Sí al respeto a los mayores y sí al esfuerzo personal que hace que se alcancen los objetivos que les harán mejores personas.

El pasado día 5 se celebraba el Día Mundial de los Docentes. Dos días más tarde el Consejo de Gobierno daba luz verde al Anteproyecto de Ley de Autoridad Docente de la Región, que se espera pueda ponerse en marcha a principios de año. Ha sido una buena manera de celebrar ese día, una magnifica forma de felicitar a los docentes que, reconozcámoslo, cada día gozan de menos autoridad, de menor respeto, no solamente entre sus alumnos y sí también entre los padres de éstos que permiten, cada vez más, el crecimiento en el seno de sus familias de pequeños tiranos ejercientes de su santa voluntad en todo momento. Pero lo peor es que estos proyectos de no se sabe qué crecen y es muy difícil que llegada la adolescencia un día puedan comprender que se les diga que no.

El psicólogo de la Fiscalía de Menores del Tribunal Superior de Justicia de Madrid y autor del libro El pequeño dictador, Javier Urra, nos viene a decir que «la herencia marca tendencia, pero lo que cambia el ser humano es totalmente la educación, sobre todo en los primeros años, en los primeros meses y días…». Así es que bienvenido un proyecto de Ley que permitirá recobrar a los profesores el respeto que nuca debieron perder. Ahora esperamos que, junto a esto, se tome la decisión de no recortar en educación, de invertir en ella porque sin la formación adecuada de los jóvenes no puede haber futuro. Ni para ellos ni para nuestro país.