Así nos gusta conservar lo que más apreciamos. A veces se trata de objetos que alcanzan un alto precio en el mercado, otras su valor es sólo sentimental porque nos recuerdan a personas queridas y también a hechos o acontecimientos gratificantes. El quid de la cuestión es que se ha pasado de trabajar, a trancas y barrancas, sin demasiado entusiasmo, a intentar conservar el trabajo como oro en paño, pero sigue sin ser tan preciado metal todo lo que reluce y de un día para otro, muchos se encuentran de patitas en la calle. Son demasiados los parados que han vivido esta tremenda experiencia y también son bastantes los que gracias a Dios, desde el primer instante se han puesto literalmente las pilas para seguir adelante.

Siempre se ha dicho que en tiempos de crisis surgen las grandes ideas. En este sentido —salvando los casos extremos— es importante marcarse una especie de rutina para no perder el hábito del esfuerzo continuo (voluntad), con pequeñas y grandes metas (ilusión, ideales), pensando (inteligencia) en lo que sí se puede hacer. Ciertamente de esto no se come ni se pagan hipotecas, tampoco se trata de no ver la realidad sino de transformarla ayudándonos unos a otros para continuar en la brecha con sentido positivo, amén del necesario común. Hay situaciones tan problemáticas que la solución es muy difícil de vislumbrar; sin embargo, se suele encontrar un apoyo importante en la familia, los amigos y ciertos sectores de la sociedad (fundaciones, ONG, etc.) que estiran sus brazos al máximo para atender a los más necesitados.

En este sentido la palma se la lleva Cáritas Española (organización oficial de la Iglesia católica en España para la acción caritativa y social). No son fáciles los tiempos que corren, pero no podemos apearnos del tren de la vida ¡arrieros somos! Ahora más que nunca resulta imprescindible tener buenos compañeros de viaje. La familia es el tesoro más preciado y no para guardarlo como oro en paño sino para transmitir su riqueza a nuestra paupérrima sociedad. Juan Pablo II repetía una y otra vez que la familia es el lugar donde nos quieren por lo que somos y no por lo que tenemos (hoy es sumamente fácil comprobarlo), al tiempo que aseguraba con plena confianza: «El futuro depende, en gran parte, de la familia, lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad; su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro en paz’».

Urgen políticas que protejan la institución familiar, como oro en paño, para mostrarla inalterable a través de los tiempos.