Las limitaciones en el número de plazas en las facultades de Medicina de las universidades públicas han dado lugar a que se forme un buen negocio en las universidades privadas. Nadie se queja de que haya plazas privadas en titulaciones como Derecho, Económicas u otras carreras en las que no existe limitación de alumnos, y ahí, la enseñanza privada cumple verdaderamente una función social subsidiaria al Estado. Pero donde yo no llego con las notas y mi esfuerzo, llega papá con su cartera.

Hacer negocio con la facultad exclusiva del Estado para habilitar el ejercicio de una profesión a lo único que lleva es a inflar la profesión médica y el ejercicio de la medicina. Y es que ¿cuál es la razón para no incluir dentro de las listas de acceso a las universidades públicas las de las universidades privadas? Si el Estado tiene reservada la facultad de otorgar las titulaciones que acreditan el conocimiento para ejercer la Medicina, y las cede a las universidades privadas, al menos debería garantizar que los que acceden a esas plazas sean los más capacitados intelectualmente y no sólo los que lo son económicamente.

Sin entrar en polémica sobre la razón última de la limitación de plazas en medicina o en el número de farmacias que hay en una ciudad o en el número de licencias de taxi o si no cabrían los genéricos en los libros de texto que cada principio de curso sangran a nuestras familias, la libre oferta de plazas de Medicina supone un grave engaño a todos aquellos estudiantes de bachillerato que no llegaron a estar en el grupo de ´los selectos´ y al que otros accederán exclusivamente por su cartera.

Mientras no se garantice que los próximos cincuenta alumnos de la UCAM se corresponden con los cincuenta últimos que no han podido entrar en la UMU y que se pueden pagar su matrícula, seguiré pensando que la medicina en la universidad privada de Murcia es para ricos.